Capitulo 7

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Ya me había cambiado de ropa, ahora vestía una cómoda pijama con un short corto y una blusa de tiros color rosa, una de mis favoritas. Tenía la fabulosa costumbre de comer algo dulce en las noches y me estaba muriendo por un chocolate o tal vez un helado, decidí bajar y ver que conseguía en la cocina.

Bajando las escaleras seguí caminando y me fije que la luz de la cocina estaba prendida, era raro que alguien estuviera despierto a esta hora, a lo mejor a alguien se le había olvidado apagarla... abro la puerta y esta el... de pie tomando un vaso de agua, su mirada se ha encontrado con la mía.

-perd... perdón, no sabía que había alg... alguien aquí- digo tan estúpidamente nerviosa.

El deja el vaso en el fregadero y se acerca con paso lento hasta donde yo estoy, quedando a 30 centímetros. –No deberías estar aquí- su voz es muy... muy sensual, las facciones de sus rostro son hermosas ahora que lo veo más de cerca. Su mirada recorre mis ojos y luego baja hasta mis labios, y sigue bajando...

Esta vez se ha acercado más, yo trato de contener mi respiración lo más que pueda pero es inútil, mis pulmones no me obedecen y respiran profundo, inhalando el perfecto olor que el desprende, sus ojos se han oscurecido y me miran fijamente, siento un hilo de deseo recorrer por mi cuerpo y lo que más quiero en ese momento es que me bese...

El abre sus labios, como si quisiera decir algo, después de varios intentos solo se despide. -Buenas Noches- Y sube a su habitación.

y yo quiero seguirlo, deseo seguirlo. Cuando él se aleja de mi exhalo todo el aire que había retenido.

Luciano.

Increíblemente al escuchar que Evadne se negaba a bailar con el chico que la había invitado sentí tranquilidad, lo mejor sería que no aceptara ninguna invitación ya que no conocía a nadie... el lugar estaba repleto de personas, la música me molestaba y ella se veía tan... admirable ante mis ojos. En ese momento solo pensaba en tenerla en un lugar alejado donde nadie la molestara, interrumpiera nuestro silencio o tal vez algo más. Estaba muy hermosa, le quedaba bien todo lo que usara, sus piernas estaban cruzadas y me imagine pasar una de mis manos sobre ellas, esos pensamientos no me ayudaban, trate de alejarlos, ¿Cómo podía pensar de esa manera con alguien que apenas conocía? Además era una jovencita, podría ser mi hermana por dios!. Fuimos a una plaza que sin duda me traía paz y tranquilidad, y era lo que necesitaba para calmar mis pensamientos muy inoportunos.

La visita en el lugar no duró mucho, sentía incomodidad, aunque ella había tratado de entablar conversación no la seguí.

Llegamos a la casa, por fin estaría solo, a lo mejor algún libro me ayudaría a pasar el tiempo, necesitaba salir de estas 2 semanas de vacaciones, esto de estar aquí todo el día me hacía sentir inútil, no podía simplemente no hacer nada, la presencia de ella estaba descontrolando algo en mí, no podía concentrarme y al hacerlo con su presencia lo perdía todo, sé que me dispuse a disfrutar estos días libres pero ya no podía más, necesito enfocarme en otra cosa, en mis asuntos.

Marqué el número de Robert, a lo mejor mañana quedaba con él y me distraía un poco, era un excelente amigo aunque no entendía como nos llevábamos tan bien, era tan extrovertido y le encantaba hablar con cualquier persona que tuviera la oportunidad de conocer, Todo lo contrario a como era yo.

Decidí bajar a la cocina, luego a lo mejor pasaría por la piscina, por lo general me bañaba en las noches mientras no hubiese nadie que me molestara, me relajaba sin duda me encantaba el agua.

Escuche un ruido y ahí estaba ella. -perd... perdón, no sabía que había alg... alguien aquí- dijo con su voz un poco temblorosa e inocente. No pude evitar mirarla, su pijama le quedaba tan corta y ajustada... marcando su silueta y dejando un poco a mi imaginación lo que escondía su blusa. –No deberías estar aquí- dije mientras caminaba hacia ella, sentí unas ganas inmensas de tenerla cerca, de tocar su delicada piel que me llamaba, mis ojos se fueron a los suyos que eran hermosos, ella no se movía, recorrí sus labios y fue inevitable no bajar hasta sus pechos, ella era tan sexy. Sentía su respiración y sin darme cuenta ya la estaba deseando completamente, en ese momento me fijé que tenía un enorme problema en mi pantalón y vino a mi mente la famosa frase que me había repetido desde que ella llegó "Es la hija del amigo de tu padre, no cometas una estupidez".

Un Océano en su MiradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora