Prólogo

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-Anda, cariño. Sal del baño.- dijo Samuel mientras miraba por milésima vez un álbum de recuerdos, que contenía fotografías y el informe de su esposo, desde su casamiento con Guille hasta la actualidad, sentado a la cama de la pequeña pero acogedora habitación de un hotel.

-No saldré. Vayan ustedes.- dijo desde dentro del cuarto de baño.

-¡Vamos, papá! ¡Los tíos nos esperan!- gritó el pequeño Sam mientras corría por la habitación, con el bañador puesto y con el enorme peluche de tortuga que Samuel había ganado, para Guillermo, aquel día en la feria.

-Hijo, no puedes llevar a Trotu a la playa; déjala sobre la cama.- habló Samuel mientras guardaba, en la mesita de noche, el álbum que estaba re-mirando.- Cariño, sal ya de ahí. Seguro que te queda bien el traje de baño.

-Parezco obeso.- se quejó desde el otro lado de la puerta que permanecía cerrada.

-No digas tonterías. Tu eres hermoso.- alagó Samuel a su esposo.- Anda, sal ya.- y logró que saliera del baño, tímidamente, con un gran sonrojo en sus mejillas.- Te ves adorable.- dijo para acercarse a él con una sonrisa picarona, rodeando su cintura con sus fuertes brazos e inclinándose hacia adelante para besarlo.

-¡Papis!- llamó la atención Sam.- ¡Por la noche se dan besitos todo lo que quieran! ¡Vamos a la playa! ¡Quiero jugar con Tyson!

Ambos adultos rieron ante las palabras de su hijo, Sam, quien había sido adoptado por Samuel y Guillermo hacía unos tres años atrás. Luego de la muerte de Aqua, algo faltaba después de que se casaron y varias veces se habían planteado adoptar a un pequeño... pero había una pequeña discusión interna: Guille quería una nena y Samuel quería un varoncito. Al final, y cómo es obvio, Samuel terminó convenciendo a Guille de adoptar un pequeño nene de dos años; morochito y de unos hermosos ojos azules.

-Yo no quiero ir.- volvió a quejarse Guille mientras se ponía una camiseta blanca, ocultando su cuerpo.

-¿Sabes una cosa? Estaba viendo el viejo álbum de recuerdos.- dijo Samuel mientras que a Guille se le teñían las mejillas de un intenso color carmesí. Estás mucho más sexy que en ese entonces.- agregó guiñándole un ojo a su esposo.

-¡Samuel!- gritó mientras le daba un pequeño empujón en su pecho, alejándolo con cariño de su cuerpo.

-¡Ya, vayámonos!- insistió el pequeño Sam.

[...]

-¡Tíos!- gritó el pequeño, una vez en la playa, al ver a Mangel, Rubius, Alex y Frank.- ¡Tyson!

-Hola, chicos.- dijo Samuel al llegar junto a sus amigos para sentarse en la arena junto a ellos, tratando de admirar el bello paisaje de las playas de Cuba mientras caía el sol; y Guille se sentó a su lado.

-Parece que no se han visto durante años.- dijo Rubius tranquilo, con su cabeza sobre el brazo de su esposo mientras miraba cómo Tyson, de ahora 14 años, y Sam corrían hacia la orilla del mar.

-¿Ustedes cuando piensan tener hijos?- preguntó Mangel a Frank y Alex.- Son lo más lindo que van a poder tener.

En el ambiente reinaba la calma, las palabras suaves y la tranquilidad que el crepúsculo transmitía mientras que el sol se escondía en el agua. La brisa era suave, relajante, y Guille se dejó caer sobre las piernas de Samuel, quien lo rodeó con sus brazos y le dio un tierno beso sobre su cabeza.

-Tienes razón;- agregó Samuel mientras acariciaba el pecho de su esposo.- Desde que tenemos a Sam todo es mucho mas alegre.- siguió diciendo mientras su mirada se perdía en las figuras de los cuerpos de Tyson y Sam, quienes observaban el ocaso desde la orilla del mar.

-Aún no hemos hablado de eso.- aclaró Alex.- Además tenemos a Max, es un perro muy grande como para estar con niños.

-Ese perro no lastimaría ni a una mosca.- Acató Rubius.- No es escusa, Alex.

-A mi me gustaría adoptar a un niño.- Habló Frank por primera vez.

-¡Pero yo quiero una niña!- se quejó Alex al escuchar decir tal cosa a su esposo.

Ante las palabras de Alex, todos empezaron a reír. ¿¡Enserio discutirían por algo tan simple!? Las lágrimas comenzaron a salir de los ojos de Mangel mientras que Samuel se sujetaba el estómago tratando, inútilmente, que el dolor cesase a causa de la risa.



Comenzaron siendo tres amigos que apenas se hablaban: Guille con su doloroso pasado, Alex quien dibujaba a Frank en clase y que, en sus momentos libres, se veía a escondidas con él, y Rubius, el chico que se perdía en los ojos de Mangel mientras se moría por dentro por ir y hablarle.

Y Samuel... aquel hombre que vino a hacer de la vida de Guille un dolor de cabeza, el hombre que le hizo pasar los malditamente mejores momentos de su vida y que aún sigue disfrutándolos a su lado.

Para todos ellos, la historia comenzó un poco apagada y sin vida. Sin embargo, con el tiempo -Demasiado, debo aclarar-, las cosas se tornaron de colores morados, azules, verdes... La vida de Guille, especialmente, acogió esos colores con mucha más intensidad; pero, sobre todo, su color preferido siempre va a ser y será el morado. ¿Y su objeto favorito? Esas malditas pantuflas de unicornio que Samuel aún conservaba; claro, junto con el peluche de tortuga que su esposo había ganado para regalárselo a él.

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Ahora si! Se terminó! :c

Escribí el prólogo porqueee... la verdad, no sé XD YOLO XD

De verdad, quiero agradecerles de corazón a esas poquitas personas que siguieron leyendo a pesar de las faltas de ortografía y de las demoras en publicar. Los amo! Mil gracias! n.n

Sin más que decir, nos vemos en la próxima lectura! 

Debuh z4! 

Mucho mas que un amor prohibido (WIGETTA LEMMON) [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora