La Flor de la Comadreja

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Era una tarde como cualquier otra para Hana Inuzuka, salió de la veterinaria en la cual trabajaba y manejó hasta su casa esperando encontrarse a su prometido allí. Paró en un almacén a comprar unos víveres para la cena y emprendió el camino de regreso. Cuando llegó dejó las llaves colgadas en la pared y su mochila en una mesita que había a unos pasos de la puerta.

—¡Llegué!—exclamó y esperó oír los pasos de su compañero, pero nunca vino, había algo en el ambiente que no le gustaba para nada, demasiado silencio, está bien que vivieran dos personas en esa casa pero siempre se escuchaba música mientras se esperaban. Lo curioso es que hoy él no iba a trabajar y eso que manejaba una empresa de las más reconocidas en el país, hoy le tocaba a su hermano menor dirigir, ambos la habían heredado de sus padres y algún día sus hijos lo harían como lo hicieron ellos. Qué más da, Hana no estaba con él por motivos económicos, los dos llevaban 10 años juntos y 8 meses de compromiso.

Mientras se deshacía de los abrigos que llevaba puesto, vislumbró una caja al pie de la escalera, se acercó y lo abrió. La emoción embargó su ser, adentro de la caja estaba su vestido de novia tal cual ella lo había imaginado y entrelazado con la prenda nupcial había una carta de su amiga y diseñadora personal. Leyó el contenido mientras que su mente volaba en el día de su boda, toda vestida de blanco, el día en que se sentiría toda una reina. Se lo llevó hacia el living en donde tenía un espejo y podría verse completamente a través de él. Sólo le quedaría pensar en el peinado y en el camino encontró algo que al principio no le gustó para nada.

Había ropa regada en el suelo y una botella, caminó hacia el sofá con el corazón apretándole el pecho y cuando llegó deseó jamás haber regresado: había dos personas dormidas sobre el sillón, un hombre y una mujer. Ese hombre era su novio, Itachi Uchiha y ella era su vecina, Anko Mitarashi, no podía ser real pero sus ojos lo hacían ver así, negó varias veces con la cabeza. En un segundo sintió a su corazón romperse en mil pedazos. No era posible ¡Él no podía engañarla! Los ojos de Itachi comenzaron a abrirse y vieron a los de Hana que estaban destrozados, se incorporó exclamando su nombre y despertó a la mujer que dormía a su lado, Inuzuka pudo ver en aquellos ojos marrones un brillo de satisfacción mientras se levantaba fingiendo sorpresa, recogió su ropa y se vistió fuera de la vista de la pareja.

Hana negaba una y otra vez con la cabeza siendo incapaz de procesar bien lo que sucedía, el vestido que llegaba consigo cayó al suelo tirando la botella y el líquido se derramó sobre la tela, el olor ascendió hasta su nariz y comprendió que era, alcohol. Destrozada, miró a Itachi, estaba estático frente a ella y en la desesperación de la susodicha, soltó un grito.

—¿¡Cómo pudiste hacerme esto Itachi!?—exclamó Hana, las lágrimas brotaron de sus ojos y sin esperar una respuesta, se dio media vuelta y se fue, lo escuchó que intentaba detenerla pero ella no quiso oírlo. Antes de que pudiera llegar a la puerta, sintió un fuerte brazo sujetando al suyo.

—Hana espera, déjame explicarte...

—¡¿Qué vas a explicarme?!—dijo salvajemente ella, lo miró fijamente a los ojos, intentando buscar algún indicio de culpa en ellos, pero la ira no la dejaba ver. Como él tampoco supo que decir, aprovechó para abrir la puerta y salir corriendo.

Corrió lo más rápido que pudo, él no podría seguirla, primero que él estaba desnudo, segundo ella era una rápida corredora. Corrió hasta detenerse bajo un árbol a descargar su enojo y su dolor, jamás pensó en que él la traicionaría así, lloró y lloró hasta que no le quedó ni una sola lágrima que derramar, después de tantos años que estuvieron juntos ¿Tenía que pagarle así? ¿Cuántas veces la habría engañado y ella ni cuenta se había dado? ¿Cómo se perdona una mentira?

Veía una y otra vez esa imagen en su cabeza y más dolor le daba. Los coches iban y venían pero solo uno se detuvo, uno de color rojo y un emblema familiar para ella, Itachi había bajado de él pero Hana se levantó y comenzó a andar sin rumbo fijo, no quería verle la cara a ese Uchiha. Él la estaba llamando, gritando casi, pero ella hacía oídos sordos a él. Quería estar lejos de Itachi.

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