Capítulo XXIV

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Con aire ausente, Shizuo posó su mirada en el ventanal que daba a la calle.

A un palmo de distancia, Tom siguió comiendo con tranquilidad. Y se percató de que, aun cuando estuviera frente a él, los pensamientos de su amigo estaban en otro sitio. O con alguien más.

Así, Tom fue quien le avisó al otro de que su teléfono timbraba con un sonido que no era precisamente discreto.

Shizuo se excusó de mala gana al reconocer el número.

—Shinra, ¿qué se te ofrece? —dijo con helada cortesía.

El médico, que había anticipado la actitud de Shizuo, no se acobardó.

El discurso que dio, falto de cualquier naturalidad, a Shizuo le pareció más bien ensayado.

—Estoy al tanto de que, precisamente, fui yo quien pidió tu ayuda, Shizuo. Pero no seas engreído. ¿Qué tan buena idea crees que es el seguir torturando a Izaya, y sólo por tus caprichos? Espero que sepas lo que haces. Te lo advertí en su momento. Y lo hago una vez más: Izaya necesita ayuda, necesita verdadera ayuda, aunque no la pida. Te aviso también que me pasare por la mañana, así que, si tienen asuntos que tratar, atiéndelos, pero piénsatelo dos veces antes, aunque sea sólo por esta vez —dijo y colgó sin darle tiempo a su amigo de replicar.

Shizuo se quejó y, sin molestarse en regresar al local para despedirse de Tom, se alejó dando zancadas.

Lo que dijo Shinra el monstruo sólo pudo interpretarlo como una amenaza, pero admitía que el médico tenía razón.

«Shinra, me da la impresión de que Celty no te hizo saber lo que decidí.»

«Bien, entonces atenderé los asuntos que he dejado pendientes.»

...

Shizuo sabía que no podría contener la rabia, pero tomó asiento en la sala y, con gestos, le pidió a su «invitado» que hiciera lo mismo. Se supo injusto, pero estaba muy enojado como para pensar con claridad, como siempre ocurría cuando enojado.

Se obligó a no pensar en nada sino era lo que se prometió decir.

No pensó en las palabras de Shinra, de Celty o siquiera en el beso que Izaya le había dado.

O en el beso que dio por respuesta.

—Izaya —empezó Shizuo con voz muy seria, tan seria que Izaya titubeó al buscar su rostro—. Hay algo que debo decirte. Antes de que suceda cualquier otra cosa —Shizuo se interrumpió cuando creyó que el informante se encogió en su sitio. El gesto de Izaya estuvo a nada de pasar desapercibido, pero las palabras de Shizuo no parecieron querer salir sino hasta después de un incómodo silencio—. Sé que nos escuchaste a Shinra y a mí. Sabes entonces que hablamos de... Roppi y de que acepté que me siguieras a donde quiera que yo fuera. Y todo lo que dije ese día fue cierto, o casi todo.

«Y, como si me hubieses escuchado anoche, has esperado al día de hoy para confesarte.»

«Pero, siendo honestos, para variar, no creo estar listo.»

«Mantengamos la mentira, Shizu-chan.»

—No lo dudé —declaró Izaya sin dar a entender más con la mirada. Habló en voz alta y clara, para así creerse lo que él mismo decía—. Está bien, Shizu-chan. No tienes por qué darme explicaciones de ningún tipo. Desde un inicio me diste a entender que sólo ibas a ofrecerme tu compañía. Y yo la acepté.

«E incluso obtuve más que lo esperado, aunque tú no lo sepas.»

Shizuo clavó sus ojos en Izaya, pensando en callar o no.

El día a día de Izaya OriharaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora