•Anabelle•

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Es la hora de hablar, me digo a mí misma, suspirando fuerte. Me bajo de la camilla y me despido de todos con una simple mirada, mientras camino hacia afuera de la enfermería. Atravieso todos los pasillos con la vista de todos sobre mí y el profesor detrás mío, yo tenía un sólo y sencillo objetivo: Su despacho. Una vez que llegamos, dejé que él estuviera primero que yo y abriera la puerta, una vez abierta entré sin su consentimiento y fui directo hacia el sillón frente a su escritorio, lo aparto y me siento. Él hace lo mismo enseguida pero detrás de su escritorio y cruza las manos por encima de la mesa, mirándome a los ojos, con esos ojos azules óceano.

-¿Y bien, qué tiene para decirme, señorita Belle? -me pregunta, descaradamente. Tomo aire.

-¿No será al revés la pregunta, señor Xavier? -le pregunto yo, mirándolo sin dejarme intimidar.

-Bueno, ciertamente me siento un poco culpable de su estado actual, no debí permitir que Erik y Raven le asustaran así. Le pido me disculpe, no están acostumbrados a la gente nueva, aún lucho con ellos para que se comporten correctamente de vez en cuando -dice con sinceridad, aunque en este momento no sé que es la sinceridad, honestamente. Charles no me miente.

-Ellos... Ellos dijeron que venían por mí, que era algo personal. Me pidieron que les recordara quien había sido en el pasado, como si me conocieran, sabían mi nombre .-le digo-. Y mi historia. ¿Cómo puede explicarme eso, si ninguno de ellos es telépata, profesor Charles?

-Bueno, quizás la confundieron con alguien que conocían antes -afirma.

-¿Alguien llamada como yo? Soy la única que reconocía mi nombre, señor Xavier -le aseguro.

-Emma Frost también lo conocía .-dice.

-¿Qué está insinuando? ¿Qué era una de las malas? -le pregunto, frunciendo el ceño. El profesor Xavier levanta las manos, dejándome claro que puedo pensar lo que quiera, y lo observo asombrada de su increíble forma de pensar y atacar a las personas, incluso sin sus dones de telépata. ¡Sus dones de telépata, eso es!- ¿Por qué no mejor espera a que el suero se acabe y me dice que tengo en mi cerebro? ¿Le parece?

-Señorita Belle, ni porque quisiera me metería en su cabeza, usted es una de mis empleadas, yo no juego con mis empleadas, de ninguna forma. -replica él, con una actitud de fastidio y cansancio mezclados con una extraña frustración. Como desearía no tener inyectado el suero en estos momentos, ¿cómo hace ese hombre para no extrañar sus poderes? ¿Tan poco le valían antes? Es uno de los profesor más codiciados de todo Westchester, podría tener a cualquier mujer en su cama si así lo quisiera, ¿pero a qué precio? ¿Al precio de sus dones? Está demente.

-¿Por qué? Tengo entendido que más de una muchacha aquí suspira por usted -le digo.

-Pero yo no suspiro por ninguna de ellas -se encoge de hombros.

-¿Aunque sea sabe qué es el amor? -le miro horrorizada, él suelta una sonrisa jactanciosa.

-Señorita Belle, no creo que usted haya venido a mi despacho para hacerme una propuesta indecente o hablarme de amor. Vaya al punto, ¿quiere? -dice, haciendo que el calor suba a mis mejillas rápidamente. Él tiene razón, ni siquiera sé porqué empecé a hablar de esto, dioses. Es como si de repente me interesara saber algo sobre la intimidad del profesor de la escuela que me dio trabajo, por los dioses del olimpo. Una semana en coma y ya me estoy enloqueciendo.

-El punto es que quiero saber porque ambos están de acuerdo en que debería recordarlos -objeto, cruzándome de brazos, tal vez así logre que no note del todo mi aparente sonrojo.- Profesor, algo me dice que usted me ha estado ocultando algo importante sobre mí.

-Yo... Señorita Belle, ¿se encuentra bien? Está toda roja -estira su mano hacia mi frente-, usted está hirviendo en fiebre. ¿Segura que se encuentra bien?

-¿Pero qué dice? Estoy bien, suélteme -aparto su mano de mi cara y le miro con el ceño fruncido.- Que desde hoy quede algo en claro, señor Xavier. Yo solamente soy su asistente, considere llamarme o tocarme de otra forma y le juro que vuelvo a prisión. Prefiero pudrirme en la cárcel que ser profanada por un hombre mayor que yo -le saco la lengua, rodando los ojos antes de levantarme del sillón y caminar hacia la puerta.- Averiguaré lo que me oculta tarde que temprano, espero que tenga en cuenta que es mejor que me lo diga usted mismo -le advierto, apoyando mi mano en el marco de la puerta  y mirándolo sobre mi hombro.- Con permiso, profesor Xavier.

Cierro la puerta fuertemente y me quedo mirando al pasillo con la cara abochornada, suelto un pequeño bufido y me recuesto en la puerta unos segundos, los recuerdos empiezan a quemar. Tomo aire dos veces antes de empuñar las manos y caminar por el pasillo con total determinación, me encuentro a Scott llegando al campus y le sonrío. Él me mira en silencio.

-Ya te dejaron salir -sonríe, yo afirmo con la cabeza y miro hacia el cielo azul. Luego me giro a ver hacia una de las torres donde veo al profesor asomado en su ventana y este se esconde en las cortinas nuevamente.- ¿No me escuchaste nada, verdad?

-¿Me hablaste? -miro a Scott.

-Algo así, no era nada importante -él se encoge de hombros-. ¿Qué piensas?

-Siento que estoy olvidando una enorme parte de mi vida que es demasiado importante. Y me siento impotente, ¿nunca te ha pasado?

-Claro que sí, cuando recuerdo a mi hermano Alex -sonríe de medio lado y agacha la mirada.- Pero uno aprende a guardarse los mejores recuerdos para sí mismo, y a no preocuparse por ello. ¿A quién sientes que estás olvidando?

-Esa es la cuestión, ni siquiera puedo recordarlo .-miro al suelo y hago una mueca-. ¿Quieres un capuccino? Yo invito. Oí que hay un Starbucks aquí en Westchester.

-Realmente eres nueva en este lugar, ¿verdad?

-¿Sabes qué es lo gracioso? Me siento en casa aquí -miro el instituto-. Una locura.

-Bueno, quizás este sea tu nuevo hogar. Nunca se sabe -sonríe de medio lado.

Miro a Scott, y miro hacia la torre del despacho de Charles. 

¿Mi nuevo hogar?


Take on me [Charles Xavier]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora