Epilogo

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Estaba peinando a Yazmín, sus rizos dorados caían sobre sus hombros mientras que aquellos ojos esmeralda que tanto amaba me miraban tiernamente, sin duda esos ojos los heredo de su padre porque entonces no hay explicación de tanta belleza. A Francisco lo conocí por casualidad y una de la más bonita. Había comenzado a trabajar en un restaurante; para poder pagar los estudios de la universidad, mayormente por la tarde la venta principal eran las bebidas calientes, como los cappuccino o el café. Todos los días hábiles él venía y se sentaba en la mesa 17 y yo le brindaba un café de almendras con chocolates. Y me ponía detrás de la barra y lo observaba, Luara, una compañera del trabajo, se percató que lo hacía y no dudo en preguntarme.

— ¡Cuidado que no se te caiga la baba! —pronunció mientras di un pequeño salto de susto y se reía suavemente. Luara era un año mayor que yo, ella tenía 20 y trabajaba ahí desde los 18 años.

— ¿Qué cosas decís Lu? Solo me preguntaba cómo es que no se cansa de tomar café de almendras con chocolate, yo que él ya vomitaría con el olor — dije tratando de evitar su confesión.

— No sabes mentir niña te caes por él, no niego que sea hermoso; pero te pasas todas las tardes cuando llega en la luna. — Dijo mientras que se lo negaba con la cabeza. Ella era la chica capaz de darme un empujón y que me chocara con él, pero seguro se contenía.

— No es tan así además míralo está siempre concentrado con esa notebook escribiendo quien sabe que — dije mientras le tiraba una mirada rápida.

— Bueno que yo sepa sabe tu nombre, yo que vos estaría en un mar de lágrima de la emoción — dijo riendo e iba saliendo de la barra — Cuando estuviste enferma la semana pasada, y yo cubría tu turno pregunto por vos y por qué no le llevaba aquel café de almendras con chocolate que tanto aprecia. Cerra la boca a menos que quieras que te entre una mosca — hizo gesto de cerrándome la boca y se fue a atender a un cliente que recién llegaba.

Después de dos meses de lo anterior, como era de costumbre fui a tomarle su pedido como siempre en el que consistía en su bendito café de almendras con chocolate, pero su reacción no me la esperaba.

— Buenas tardes, ¿Un café de almendras con chocolate? — expresé regalándole una de mis mejores sonrisas.

— Por supuesto — Me estaba marchando para colocar su pedido en la pizarra — Espera.

— ¿Sí? — pregunte mientras lo observaba.

— Quiero probar también algo distinto ¿Qué me recomendarías? — Preguntó y pude observar cómo le brillaban los ojos.

— Dicen que el té con sabor a naranja y canela, es uno que te deja con las ganas de querer más, pero nunca lo probé, así que no te puedo decir si es verdad. Mi preferido es lo tradicional el cappuccino te lo puedo estar tomando todo el día —dije riendo.

— Entonces quiero un cappuccino — Exclamó

Una vez que finalizaron ambas bebidas se las lleve a la mesa.

— Gracias, pero compartí conmigo el cappuccino — Y percate un guiño de ojo.

— Me gustaría, pero no puedo estoy trabajando — En eso Luara pasa por al lado mío diciéndome que no hay nada de qué preocuparme ya que ella se encargaría.

Y a partir de ese día comenzó nuestra relación, muchas veces esperaba a la hora que terminaba mi turno y nos dirigíamos juntos a pasear un rato por la plaza finalmente me dejaba en mi casa. En pocos meses lo llegue amar de una manera que me hacía sentir única, era cuidadoso conmigo, me cuidaba, me hacía sentir querida y especial todo lo que deseaba en ese momento. Cuando cumplimos cuatro años de novio quede embarazada de Yazmín, con tan solo 5 años me vuelve loca de amor.

— ¿Dónde está mi princesa? —Apenas dijo eso Yaz salió disparada a la puerta por donde entraba su papá y su risa se podía escuchar claramente, la que desearía escuchar esa melodía siempre.

— ¡Mamá, mamá! dijo papá que me acompañes a la terraza — Me agarro la mano, arrastrándome con toda su fuerza posible, la agarre a upa y nos dirigimos a dicho lugar.

El lugar estaba distinto, estaba realmente adornado de una manera espectacular pétalos de rosas se esparcían por todo el suelo, con algunas velas encendidas. Y estaba él tan hermoso con su mirada puesta en mí, ya estaba llorando de felicidad, no caía del momento. Yazmín bajo un cartel del cual se podía leer "¿Queres casarte conmigo?" se arrodilló y saco un estuche con el anillo.

— Sí, quiero casarme con vos, Francisco Demián Pereyra — Y uní mis labios con los de él, sus labios iban al compás que los míos de una manera delicada. Luego fueron más rápidos, más profundos, más placenteros. Me agarraba cuidadosamente de las caderas, mientras yo del cuello. Su fragancia tan exquisita me hacía sentir viva en un paraíso, podía escuchar como latía su corazón tan ligero, me hacía querer más. Estábamos jugando con las lenguas como si el mundo se acabará, la sensación del fuego recorría todo mi ser. Me separe para tomar aire y volví a unir nuestro labios en un suave y tierno beso.

— Diu diu —Mostraba cara de asco Yaz mientras cubría sus ojos con ambas manos. No pudimos evitar reírnos mientras le hacíamos cosquillas y su risa se mezcló con la nuestra formando un momento cálido e inolvidable

Recuerdos del vientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora