Marinette

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Entra con el gato tras de ella. Deja el plato en una mesita y voltea a la puerta, cerrando con seguro.

—¿Qu-qué estás haciendo aquí? —susurra insegura.

Chat Noir parece evaluar la habitación. Marinette bailotea un poquito. Tiene posters que no ha quitado. Más bien, que no tiene porqué quitar, al fin de cuentas, ¿cómo iba a saber que Chat Noir se aparecería en la noche de navidad a mitad de la cena?

Él sonríe sin ganas.

—¿Adrien Agreste?

—No respondiste a mi pregunta.

El rubio suspira. Ella no ha prendido la luz, de modo que los ojos del gatuno brillan. Su mirada está triste. Marinette lo nota.

—Perdóname. No debí molestarte. Yo...sólo vine a arruinar tu noche. No era mi intención.

Muy bien. El gatito está sensible. Marinette tiene que controlar todos sus impulsos para gritarle de una buena vez que quiere.

—No quise ser descortés. Sólo que...me has tomado muy de sorpresa. Me has asustado, para ser exacta. Así que... ¿en qué puedo ayudarte?

Chat le da una sonrisa desganada. Ella puede ver como él se encuentra mal. Muy mal, pero no sabe qué tiene que ver ella en esto, o cómo puede ayudar.

Eso le hace acordarse de algo. Tikki todavía está en su bolsa. Marinette espera que ella esté bien. La ha dotado de panecillos.

—Papá se ha ido a trabajar y su asistente se fue a casa. —comienza a hablar Chat Noir. —Estaba solo, Marinette. Comencé a desesperarme.

Marinette sólo lo observa mientras él se desahoga. Sus ojos están llenos de lágrimas que él lucha por contener.

Cuando termina de hablar, una lágrima corre por su mejilla. Y en ese momento, ella siente la necesidad de abrazarlo, de mimarlo y consolarlo. No es el Chat juguetón, coqueto y parlanchín de siempre. Éste es un Chat lleno de dolor y tristeza. Vulnerable, como ella no lo había visto antes.

Y lo hace, al menos lo primero. Pasa sus brazos delgaditos por su torso y lo aprieta. Ha subido sus piernas a la cama, así que él esconde la cabeza entre su pecho y su cuello. Él solloza ahí, y ella lo abraza con más fuerza. Marinette siente la respiración irregular del chico en su piel, de modo que se queda quieta.

—Shh, tranquilo. Ya no estás solo. Yo estoy aquí. —lo consola acariciando su cabello. —Yo estoy aquí.

—No me sueltes. —le gime.

—No lo haré.

Marinette se hace pequeñita, y no sabe porque.

Navidad En París [Sin editar].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora