Capitulo Nueve

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—Será mejor que guardemos silencio. A veces mi madre se queda a leer en la sala.

Grace se acercó a mí. Pasamos por debajo del oscuro pabellón de olmos que bordeaban nuestra propiedad, andando cerca de la orilla de la entrada hasta llegar al garaje; las ruedas de mi bicicleta hacían mucho ruido. Encontré un espacio seco y apoyé mi Schwinn contra la pared del garaje.

La nieve en el patio tenía unos veinte centímetros de espesor y su superficie se había endurecido, haciendo casi imposible recorrerla en silencio, aunque Grace lo hacía mejor que yo. La casa club era una masa oscura bajo la amenazante sombra del garaje, y su techo estaba cubierto por casi medio metro de nieve. De pronto me alegré mucho de haber instalado el refuerzo.

Me apoyé en una rodilla y sacudí la nieve de un trozo de piedra que habíamos colocado frente a la puerta. Debajo había una llave oxidada. Abrí el candado y abrí la puerta de un empujón y entré a gatas. 

No había entrado a la casa club desde la primera nevada, olía a cerrado y a humedad. La alfombra estaba fría y tiesa de escarcha. Me guié a tientas hasta encontrar la luz y la encendí. Adentro hacía suficiente frío para ver mi aliento. Grace entró a gatas después de mí, metiendo la bolsa de comida primero. Lentamente se puso de pie y echó un vistazo a la habitación. 

—¿Tú construiste esto?

—Si. Mi hermano y yo.

—Es genial.

— Gracias.

—Es morada.

—Lo sé —dije—. Mi hermano la pintó. Es el único color que encontró.

—Me gusta el morado —dijo ella.

Miro el póster de la chica pero no dijo nada. De repente me sentí un poco incómodo.

—Era de mi abuelo—dije a modo de disculpa.

—Es bonita —dijo Grace. Miró la secadora de fruta—. ¿Y eso qué es?

—Es una secadora de fruta.

—¿Para qué sirve?
Me pregunté si era una pregunta capciosa.  

—Para secar fruta.

—¿Para qué necesitas una máquina que seque fruta? Puedes secarla sólo con un trapo.
—No, la seca, como se hace con las uvas para hacer pasas.

—¿Las pasas se hacen de uva? 

Me pregunté si estaba bromeando. No era así. Sí.

—¿Funciona?

—Sí.

Se frotó los brazos con ambas manos.

—Tal vez podríamos encenderla.

—No produce mucho calor. Lo siento, casi se siente más frío aquí que afuera —dije—. Es como la cámara de carne en el Queen.

—Ya se calentará —dijo esperanzada. Los esquimales tienen iglús. No puede ser tan malo.

Señalé el rincón.

—Ese es el colchón. Y nuestras bolsas de dormir —abrí la bolsa de Joel y la tendí sobre la mía para hacerla más caliente, pero estaba fría como todo lo demás. Encendí la lámpara de queroseno que estaba sobre la pequeña caja de madera que usábamos como mesa y el dulce olor del queroseno llenó la habitación. La llama hacía que por lo menos pareciera más cálido. 

—Eso ayudará-dijo ella

—Tengo una idea .Vuelvo en seguida.

Salí a gatas por la puerta de la casa club y corrí a la casa. Afortubadamente la puerta de atrás estaba abierta y entré de puntillas. El dormitorio de mis padres estaba al otro extremo del pasillo de la habitación de Joel y yo compartíamos y oí a mi padre hacer eco al ronquido más suave de mi madre. Cerré la puerta suavemente, rebusque en el armario del pasillo hasta encontrar lo que buscaba. Cuando volví, Grace estaba metida en la bolsa de dormir con el abrigo puesto. Había encontrado nuestro telesketch y estaba dibujando. La bolsa de comida estaba abierta junto a ella. La casa club ya parecía un poco más cálida.

—Mira esto -dije-. Una compresa de calor - la enchufé al otro lado del cable eléctrico. Una luz ámbar se encendio en la caja de control y en menos de un minuto ya estaba calentita —. Prueba con esto.

—Es buenisimo -parecio un poco aliviada al ponerla dentro de la bolsa de dormir.

—¿Siempre has vivido aquí? -preguntó.

—No, nos mudamos aquí en mayo.

—¿Te gusta?

—No

—¿Qué es lo que no te gusta?

—Todo.

—¿Cómo qué?

—Como la primera semana que llegamos mi madre nos dejó a Joel y a mí en un cine. Después de la función una pandilla de chicos nos siguió hasta el estacionamiento. Querían golpearnos porque ibamos bien vestidos.

—¿Los golpearon?

—No, pero casi. Llegó mi madre y se escharon a correr. Pero ya sabes cómo es eso. Casi todos los días hay una pelea en la escuela.

—Sé a que te refieres.

—Mi madre creció aquí.  Dijo que Utah era un buen lugar para educar una familia, pero tiene que haber cambiado.

—Podría ser sólo esta zona. Hay pobreza. Hay muchos campamentos para casas rodantes y esas cosas -dijo-. ¿Donde vivías antes?

—En California.

—Siempre he querido ir a California.

—La gente es más amable en California. De todo el tiempo que estuve ahí,  solo hubo una pelea en la escuela. Y ahí no hacia tanto frío -me froté la nariz —.¿Y tú? ¿Te gusta aquí?

—Me gustaría no haber venido nunca. Viviamos en Hawai -dijo suspirando.

Hawai parecía como un país lejano y tan exótico como cualquier otro lugar imaginable.

—Nunca había conocido a nadie de Hawai ¿Por qué se mudaron aquí?

—Mi madre se volvió a casar. Stan dijo que tenía trabajo aquí pero ni siquiera trabaja. Solo se sienta a beber cerveza.

—¿Crees que volverás algún día?

—Eso espero.

—¿Qué tal la compresa de calor?

—Es muy calentita.

—Me alegra -dije-. Puedes ajustarla si es demasiado calor.

—Gracias.

—¿Irás mañana a la escuela?
Me miró extrañada.

—Es sábado.

—Ah, sí -me sentí un poco estúpido.—¿Quieres que te traiga algo de comer por la mañana?

—Me agradaría mucho.

Señale la bomba anaranjada.

—Si te da sed, eso funciona. Sólo levanta la manija. Ahí hay una taza -Joel y yo habíamos atado una taza de latón a la manija y la colgamos del grifo.

—Excelente. Es como tener una instalación de agua.

Sonreí

—Bueno me voy para que puedas dormir.

—Gracias. Ah,  y dónde

La miré inexpresivo.

—¿... vas al baño?

Me sonrojé.

—Hay un retrete afuera,  al otro lado del gallinero. Está hacia aquel lado. Es un poco feo, pero es mejor que nada.

Ella asintio con la cabeza.

—De acuerdo.

—Bien.  Buenas noches.

Salí y cerré la puerta. La nieve ya caía con fuerza; por la mañana ya se habrían acumulado más centímetros en el suelo. Deseé que Grace tuviera suficiente calor. Por lo menos la casa club era mejor que un contenedor de basura. Mientras caminaba de vuelta a la casa no podía creer que una chica estuviese viviendo en mi casa club. Me pregunté cuánto tiempo se quedaría.
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Espero que les haya gustado el nuevo capitulo.


GraceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora