08. Confrontación

9 1 0
                                    


El camino a su auto fue silencioso, pero en el momento en que salí del edificio lo escuché murmurar algo sobre que el vestido sí era un trozo de tela

— ¿Y cómo piensas enfrentar a David? —Dijo mientras encendía el auto.

—Bueno, lo mejor que puedo hacer es mentir y decir que todo fue tu culpa —En ningún momento creí que se tragaría esa mentira.

—Georgia, si realmente tendrás problemas con él, pues hacer eso...

Pero, ¡lo hizo! Si lo había hecho.

—No, no. Claro que no lo digo en serio —soltó un suspiro, haciendo sentir una pizca de culpa. Sus manos se liberaron un poco de presión sobre el volante.

—Aun así no me molestaría que me hicieras parecer el cómo malo que se llevó a chica ebria e indefensa de la fiesta, no creo que cambie en algo la opinión que tiene ahora sobre mí —Y ahí estaba el chico de la fiesta, igual que un tempano de hielo, tratando de ser el malo. Saber la razón de porqué lo hacía me volvería loca.

—Yo no estaba ebria...

—Y no eres indefensa, eso lo tengo claro. Pero que no te sorprenda que así sea la historia que escuches. —Sus facciones se volvieron rígidas por unos segundos, se suavizaron cuando al parecer se dio cuenta de que lo miraba fijamente.

—Vivo cercas de aquí, en...

—Se dónde vive David, nunca me imaginé que tuviera una prima. En realidad, nunca te mencionó.

—Emma conoce a sus amigos, pero anoche no noté que supiera quien eras.

No dijo nada, sólo torció levemente su boca, por lo cual ya no insistí sobre el tema. Apagó el auto sacándome de mis pensamientos. Tomé aire para saber si así mi explicación para David saldría por fin.

— ¿Estarás bien?

—Sí —dije antes de abrir la puerta del auto—. Será mejor que ya entre. Espero que me perdones por las molestias.

—Si fuera molestia no estaría dispuesto hacerlo otra vez. —Puse los ojos en blanco en un intento de parecer desinteresada—. Estaré a tu disposición.

—No creo que pueda decir lo mismo, ya sabes, no han pasado más de veinticuatro horas desde que te conozco. Así que...

—Pero ahora que lo recuerdo no fue pretexto para que salieras de aquella fiesta, fueras a mi casa, usaras mi ropa y oh, claro, durmieras en mi cama.

Wow, un punto Leonardo, cero puntos Georgia. Tenía que igual ese marcador.

—Agh. —Pero no sería en ese momento. Bajé del auto mientras lo escuchaba reír.

—Adiós, Georgia.

—Adiós, Leonardo —dije antes de cerrar la puerta.

Abrí con mucho cuidado la puerta y deje los zapatos en la sala. Escuché a David hablando con alguien, al parecer era por teléfono ya que no escuchaba la voz de ese alguien.

—Él no le contará nada a ella, tú también lo sabes —me acerqué a la puerta de su dormitorio, por la cual sólo podía mirar un poco. Estaba sentado en el borde la cama con el cabello revuelto como si se hubiese pasado desesperadamente la mano por él— No, ella no puede saber lo que pasa. Debo de colgar, te llamo luego.

Corrí a mi habitación antes de que supiera que estaba escuchando su extraña conversación. Cerré la puerta haciendo más ruido del necesario. Puse seguro a la puerta antes de que se atreviera entrar. Escuché sus pasos cada vez más cercas de mi habitación.

Una sobredosis de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora