Danseur sur Glace. [One shot | Kray]

Angel.

El invierno en definitiva no es para él.
Las piernas se le congelan y la nariz se le enfría hasta ponerse tan roja como la nariz de Rodolfo el reno.
La ropa abrigada no le va bien, ni decir de lo complicado que es moverse con treinta centímetros de nieve acechando sus torpes pies.

Yifan quiere regresar adentro y subir hasta su habitación, recostarse en su cama y terminar de estudiar. Sin embargo no puede más que caminar y seguir el sendero que le queda por atravesar.
Los vecinos han limpiado un poco las aceras, pero igualmente es peligroso. El hielo no es el mejor de los mejores amigos. No, claro que no, no es de fiar.

 ㅡ Yifan, ve a buscar a tu hermanito, no seas llorón. ㅡ El chino hace una mala imitación de la voz de su mamá mientras ve el poco vaho escapar de sus labios.

Luhan ¿por qué patinaje sobre hielo y no básquetbol?  El mayor se pregunta, y mientras trata de siquiera entender el por qué, lo único que hace es quejarse aún más. ¿Por qué en invierno y no en verano?

Suspira, y va a medio camino cuando las caricias frías del cielo comienzan a caer de nuevo, delgadas pelusas de hielo que adornan su cabello y apuran su andar.

Yifan quiere volver a casa y hacerse rollito entre las colchas de su cama, sin embargo, tiene que cruzar un par de calles más para poder al fin llegar a la afamada pista de hielo.
El joven siente un escalofrío recorrer su espalda y para cuando se anima a entrar, una corriente de aire helado le hace suspirar, ya llegó, sólo debe recoger a su hermano menor y luego regresar. Nada del otro mundo, se hará más corto si carga al niño y se echa a trotar.

La recepcionista le saluda, el ambiente se siente cálido y mientras el alto informa que viene a retirar a uno de los alumnos del segundo grupo, una sensación de cosquilleo le aprieta el estómago, como avisando que algo grande va a pasar.

Yifan se saca la chaqueta y la pende de su brazo cuando, con curiosidad, camina por un pasillo hasta ver la claridad de las luces blancas reflejadas directamente sobre el firme hielo cercado.
Hay una galería de asientos extensa un par de metros por sobre la pista, en una esquina estratégica; un puesto de café y chocolate caliente invita cordialmente a acurrucarse al menos por un momento. Yifan gira, hay exactamente tres grupos de niños pero ninguno en la pista.

¿Dónde está Luhan?

De pronto una melodía tranquila llena cada espacio del lugar, es un piano de cola dando el pie para que todos los chiquillos se pongan de pie y comiencen a caminar.
No van derechamente a la pista de hielo, algo han de mirar. 

La melodía se hace más fuerte y ya no es sólo un piano sonando, sino que hay un coro suave y un violín marcando un Do' menor. Desde la esquina opuesta, Yifan ve a alguien llegar. 

Es un chico delgado, de silueta definida bajo la ropa oscura que ocupa. Sin miedo ingresa a la pista y tan rápido como puede comienza su andar, es un saludo a quienes miran, una sonrisa suave y un claro indicio de que, sea lo que sea, va a comenzar.
El chico sobre la pista hace algo con sus manos, unas señas en el centro de su pecho y a la altura de su estómago tienen a Yifan pensando que ese chico es bastante peculiar.

El desconocido se inclina y después de dar una breve señal, una nueva melodía vuelve a comenzar.

¿Qué es esto?

Yifan siente que va a llorar.

En la pista de hielo el joven se desliza con gracia y pulcritud, yendo tan rápido de un lado a otro sólo para, en el último segundo, realizar un salto que le hace girar y girar en su lugar después de aterrizar. Sus brazos se abren como alas dispuestas a volar, girando y jugando, una sonrisa que no deja de brillar. Sus piernas se mueven con elegancia y libertad, como un ángel tomando un último impulso para al fin poder volar. Otro salto y una pirueta, el ángel parece no poder despegar. El cabello desordenado le cae sobre los ojos, otra pirueta más y Yifan cree soñar; el joven patinador le ha mirado a los ojos un par de segundos antes de darse la media vuelta y saltar, elevándose sobre el hielo en un remolino blanco que se deshace después de aterrizar y clavar. El piano hace el ritmo un tanto más irregular solo para dar paso a que el joven sobre la pista luzca su figura en una sucesión de baile que juega a conquistar con la exposición de brillos, galantería y demás.