Que ironía. Pensar que todo era bonito antes de que llegara. Desde que llegó, mis días son grises sabiendo que se puede escapar entre mis manos. Mi corazón es como un vaso roto cada vez que mi vista se dirige hacia dónde está. Dentro de mi los cristales rotos se esparcen y hacen ruido, queriendo volver a estar unidos aún sabiendo que sería imposible. Imposible para mí es, mirar a los ojos a esa persona esperando algo, una palabra, un sonido, por desagradable que sea. Pero lo peor es, no recibir nada. Como si lanzase cosas al vacío infinito y cayese en un bucle de auto culpa. Ese silencio es perturbador, me asfixia lentamente como una serpiente enroscándose en mi cuerpo y apretase solo un poquito más. Y mi cuerpo ahora está lleno de cristales, cuando podría estarlo lleno de suspiros y pétalos de rosas, pero los suspiros son de terror y los pétalos están marchitos.