II

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El valle de la muerte, un lugar sombrío lleno de criaturas monstruosas y laberintos interminables, tan extenso que desaparecía en el horizonte. Sus impresionantes montañas era las mas difíciles de escalar, con pendientes peligrosas, rocas gigantes que se derrumbaban al paso de los exploradores. Era mas fácil perder las esperanzas que trata de siquiera arriesgarse en ellas. Pero las montañas ocultaban un secreto, en su vientre, muy en la profundidad, había un pasadizo que llevaba a otro vallen cercado por las mismas montañas. El valle de hielo, o mejor conocido como el Reino Helado.

Aparte de la protección de las montañas estaba resguardado por muros de mármol negro, sus calles tapizadas con piedras perfectamente planas rodeaban las casa mas acogedoras de roble y piedra que se halla visto; la plaza llena de arboles y flores blancas eran iluminadas la emanación de una clara luz blanca de los cristales de hielo. Y en el centro del inmenso valle helado se encontraba el fantástico castillo de mármol, piedra y cristal, digno de un cuento.

Los ciudadanos tenían la piel blanca, mejillas y nariz rojas, y los ojos azules. Vivían en paz con la naturaleza y sus cosechas le ayudaba a sustentar la mesa de los hogares. La pobreza era algo raro en aquel reino, ya que las leyes eran basadas en justicia más que en igualdad. Se sentían seguros por la doble protección que los rodeaban; y si algún de las dos fallaba siempre podían contar con la guardia real, comandada por la mismísima Reina Sure. Joven de apariencia y madura de cabeza, era la más hermosa de todo el valle helado. Solo los de sangre real legítimos al trono nacían can el cabello blanco como la nieve, símbolo de tener poderes mágicos.

Semejantes joyas ocultas entre montañas espeluznantes no podía permanece fuera de la vista mas de 2000 años. El rumor de su existencia se extendió en los alrededores pero nadie pudo comprobarlo, los que lo intentaron fallecían en el proceso o por lo menos eso se creía al ver que nunca regresaron del valle de la muerte. Hasta que aquel hombre regreso y fue ingresado en el manicomio afuera de la ciudad. Nadie le creía, excepto el extraño que lo ayudo a fugarse del infierno de piedras y barrotes. John Pierto salió con vida de ambos valles por suerte, suerte que desapareció al decidir aceptar ayudar a Sevastian Gil, Capitán del ejército Vampirico, a llegar al Reino Helado.

El mismo día en que el ejercito Vampirico había encontrado el camino correcto, fue el día de la fiesta de la luna.

La Reina se paseaba por los amplios pasillos del castillo verificando que todo estuviera en orden para la celebración. Cortinas recogidas, pisos y platería pulida, y sus guardias atentos.

-Nunca ocurre gran cosa durante la fiesta de la luna, pero no esta de más tomar precauciones, brinda seguridad a los habitantes del castillo y sobre todo a los ciudadanos.- Decía la Reina Sure en su recorrido por los establos.- Por cierto Susana ¿Dónde están mis hermanos?

-La princesa esta en su habitación estudiando sus lecciones y el príncipe en el bosque de los ciervos con Yull.

-Nunca cambiara ese bribón. Mi padre siempre decía que el nació bajo la luna, por eso seria un general antes que un rey.

-Con todo el respeto que se mereces Su Majestad, y si me permite el atrevimiento, El príncipe Azu tiene la madera de un líder.

-No estoy diciendo lo contrario Susana. Esto diciendo que el prefiere el campo de batalla que el salón real.

-Si Su Majestad.

No era de extrañarse que la Reina sonriera poco, pero era tan hermosa que poco importaba. Al subir al cuarto de la princesa sus sospechas se confirmaron. La pequeña Ross no estaba, y sus zapatos de caza tampoco.

-La terquedad será de familia. Esa niña ha salido otra vez sin cumplir sus deberes ¡Que horror!

-No te tienes que alarman Susana.- Dijo la Reina al apartar una cortina.- Se donde esta.

El Juego entre la Sangre y la Nieve Donde viven las historias. Descúbrelo ahora