Sin recuerdos

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Aún miraba la carta perplejo, releyendo una y otra vez esas palabras escritas en la basta caligrafía de Dominic Redmayne; uno de los dos aurores encargados de custodiar la habitación de Voldemort.

El corazón de Quien-usted-sabe se ha parado.

A parte de que lo alarmara un poco que al sanador Caine se le hubiese escapado la identidad del paciente en un momento tan delicado como ese... El hecho de que Voldemort hubiese muerto era mucho mas impresionante y alarmante que el que los dos aurores se hubiesen enterado de a quién "protegían".

Harry Potter no había conseguido matarlo aquel tres de mayo y, ese treinta y uno de octubre, después de casi medio año en coma, su corazón dejaba de latir por las buenas.

El mago tenebroso más temido y poderoso de todos los tiempos había muerto...

Tanto esfuerzo por ocultarlo, tanto trabajo... Tantos ejemplares de El Profeta que había prohibido que vieran la luz del día. precisamente, porque hablaban de la habitación donde se encontraba Voldemort. Esa habitación que había despertado la curiosidad de un sin fin de personas, entre ellos los periodistas.

A la mierda los planes de Kingsley por conseguir una confesión del mismísimo lord Voldemort donde éste enumerara todos y cada uno de los nombres de aquellos mortífagos y carroñeros que aún no habían muerto o estaban en Azkaban. Tendría que seguir por su cuenta, y con la ayuda del joven jefe del departamento de aurores, Harry Potter, erradicando la corrupción y persiguiendo a todo aquel que amenazara aquella paz que tantas vidas les había costado.

Kingsley soltó la nota sobre la mesa y apoyó la espalda – tensa – contra el respaldo del sillón.

Por mucho que la releyera, la nota no iba a cambiar su contenido. Era hora de aceptar que Voldemort había muerto.

- Esto no le va a gustar nada a Harry – murmuró con aprensión.

El ministro cogió una hoja de pergamino y mojó la punta de su pluma en tinta, quitó el exceso de la punta contra el tarro y llevo la pluma a la superficie lisa y limpia de la hoja, pero antes de que la punta de la pluma llegara a manchar el papel, una segunda lechuza parda entró volando en el despacho con una carta en la pata. Cuando la lechuza, se posó con elegancia sobre su mesa, Kingsley desató de inmediato la carta de su pata ignorando los ululatos del animal, que se quejaba por la falta de atención y exigía una golosina por el trabajo realizado. Pero Kingsley tenía cosas mas importantes entre manos que el buscar las golosinas lechuciles.

Rompió el sello, que de nuevo tenía el emblema del departamento de aurores grabado en el lacre, y con manos temblorosas sacó la nota de su interior.

El sanador ha conseguido reanimarlo, Quien-usted-sabe está vivo, su corazón late. Está despierto.

Dominic Redmayne.

- Des-pierto – tartamudeó, preso de la conmoción. – Despi...

"Está despierto"

Kingsley saltó del sillón, cogió su varita, enhiesta en su mano derecha por cualquier amenaza (lo que ahora, en ese momento, en su despacho, no era el caso); la agitó en el aire:

- ¡Expecto Patronum!

El lince salio de su varita y echó a correr hasta desaparecer por una pared.

Kingsley, fue hasta la chimenea aún varita en mano, preparado para cualquier evento que pudiera suceder. Cogió un puñado de polvos flu y entró dentro.

- ¡San Mungo!

Harry corría por los oscuros pasillos, escuchando como a los lados los protagonistas de retratos de medimagos y sanadores de todas las épocas le reprochaban esa falta de recato y educación para alguien de su edad. Pero él no echaba cuenta, siguió corriendo, subiendo escaleras, oyendo en su mente la voz de Dumbledore y las últimas palabras que había cruzado con este, esa misma noche: ¡No lo hagas, Harry! ¡Tú eres mejor que eso! ¡No eres un asesino!

Una oportunidad para TomDonde viven las historias. Descúbrelo ahora