NO MORE SAD SONGS

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La última vez que vine a este lugar recuerdo que la vi sentada en los asientos de la derecha, esos que están justo cerca de la ventana, estaba ordenando un café americano igual que las otras veces que estuvo allí. Su voz era angelical, casi parecía que cantaba todo lo que decía y provocaba algo en mi estómago, una especie de montaña rusa. Tenía que contenerme para no ir y sentarme en esa silla vacía que tenía frente a ella.

Pero hoy no estaba allí, lo cual era raro ya que las últimas 10 semanas y 4 días siempre estaba allí.

— Mira, le quitaron el espejo y se ve mucho mejor. — comentó Camila mientras daba un sorbo a su café helado. Café helado, nunca lo entendí. Yo era más del tipo de café americano.

— Sí, sí. — respondí solo para que ella supiera que una parte de mí la estaba escuchando.

— No entiendo por qué te gusta venir aquí, es un lugar muy tétrico, muy oscuro. Tú lo que necesitas ahora es alegría, es luz...

— Aquí hay WiFi gratis y no cambian la contraseña cada día.

Lo cual me servía para poder entrar a Facebook y al menos verla de esa forma. Lo primero que me llamó la atención fue el cambio de su foto de perfil. Ya no era esa foto en la que ella se veía hermosísima enseñando su anillo de compromiso, ahora era una de esas fotos antiguas en las que se veía más joven. Y su foto de portada no enseñaba a la feliz pareja, sino era una imagen de una de sus pinturas. Pintaba como los mismísimos dioses y me sorprendía que no fuera más famosa por aquello.

— ¿Otra vez revisando su perfil? — adivinó Camila. Supongo que pasó mucho tiempo sin que yo hiciera algún ruido que le diera a entender que la estaba escuchando. — Creí que ya no lo harías, que todo había terminado con ella. Dijiste que te olvidarías de ella.

Sigo intentando, pero nada funciona. — admití echándole una última mirada a su perfil. — Tus ideas de consumir litros y litros de helado, de ver comedia romántica, de llorar hasta que no queden lágrimas no funcionan y me parecen que solo son inventos de las empresas de helados y de los productores de películas para ganar más dinero de las rupturas amorosas. Lo cual es deshonesto, si me lo preguntas.

— Pero, Meg, tú no has roto con ella y por lo que me contaste no merece la pena alguien como ella.

— Ella merece toda la pena del mundo. Además lo que me dijo solo lo hizo porque estaba enojada, porque estaba dolida por lo que ese patán le dijo.

— No tenía derecho a tratarte así. Tú solo querías ayudarla.

— Ya entenderá que conmigo será feliz... ¿me acompañas a la plaza?

A regañadientes, sobre todo porque Camila no quería que yo cometiera alguna tontería, me acompañó a la plaza que quedaba cerca de la casa de Isabel, la casa donde seguro estaba encerrada intentando mitigar su dolor.

Si no lograba salir del trabajo a tiempo para llegar a la cafetería, corría hasta aquella plaza y la miraba entrar a la panadería junto a su casa. Rollos de canela, siempre compraba eso.

— Es su casa, ¿verdad? Puede ser un delito mirar por sus ventanas... ¿Recuerdas que la olvidarías?

— Me estás haciendo perder la paciencia, Camila, sé exactamente lo que dije, pero todavía quiero saber si está sola.

— ¿Y después la dejarás en paz y continuarás con tu vida?

Intentaré poner esto detrás de mí y no darme la vuelta. — Crucé mis dedos para que no fuera una promesa que no debía romper. Agradecía mucho que Camila siguiera a mi lado después de tanto chisme que involucraba a Isabel y a mí pero ella no lo entendía. No entendía que cuando conoces a alguien que es perfecta para ti, cuando es tu otra media naranja, limón, sandia, lo que fuera, no tienes que dejarlo ir tan fácil.

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⏰ Última actualización: Dec 17, 2016 ⏰

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