VII

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Noche tras noche el número de desaparecidos aumentaba debido a los raptos nocturnos encabezados por los vampiros. Poner un pie fuera de sus viviendas aparentes seguras después de la hora de queda significaba ser drenado por dos aguja tan gruesas como un dedo mientras los último soplo de vida se escapara en un abrir y cerrar de ojos, para luego ser descuartizados y quemados hasta ser no más que un monto de cenizas al amanecer, porque ser convertidos en Hijos de la noche o sirvientes no era un honor que los vampiros estaban dispuestos a otorgar a los habitantes del reino Helado. En todo historia hay excepciones, y la hermosa Carrie Glession era una. Sus ojos azules eran ahora de un escarlata opaco y su alimentación constaba de carne cruda al no ser un vampiro pura sangre sino una humana convertida.

Desde la tarde del día anterior Carrie esperaba al Conde Damion cerca de la frontera; durante todo la noche se pase por toda la pradera pensando en que le diría al vampiro a su llegada pero cuando comenzó a salir el sol su preocupación fue en aumento, se consolaba con no escuchar los cañonazos de victoria que acostumbraban a sonar en el castillo cuando ocurría algo grande, como la captura del enemigo. Al especular como fue descubierto el Conde entrando a los aposentos de la reina y ser rodeado momentariamente hasta que por fin logro escabullirse al bosque que rodeaba el castillo, herido y a punto de ser alcanzado por el sol se habría escabullido a una cueva cercana.

-Imposible. Él es más astuto que eso.

Se estaba diciendo cuando lo diviso saliendo de entre los árboles. Sin pensarlo dos veces se echó a correr a su encuentro como una niña que espera con ansias la llegada de su amado padre a la casa después de un largo viaje; desaparecieron sus preocupaciones en el viento mientras el alivio inundaba su pecho, la alegría nublaba su visión que cuando se acercó lo suficiente fue abarrotada de objetos y tela, perdiendo el equilibrio por un momento. Su cerebro no proceso rápido el sin fin de detalles que se hicieron sentir en los primeros segundos de su encuentro: La sonrisa burlona, los mortíferos ojos rubís centelleantes, el desordenado cabello negro, y sobre todo la seductora visión de su pecho desnudo; fue cuando vio la capa de cuero negro entre la avalancha de cosas que se dio cuenta de las escasa prendas de vestir que portaba el recién llegado. Trato de seguirle sin que se le cayera nada de su recién adquirida carga, a pesar que el paso de él estaba acelerado, era desconcertador la euforia que se desprendía del vampiro. No hubo respuesta a las sucesivas preguntas de Carrie hasta que él paro en seco y volviendo su mirada en su dirección hizo un gesto de desaprobación. La ex humana sintió un escalofrió que recorrió todo su cuerpo, recordó lo peligroso que era hacer molesta al Conde, un detalle que era preciso recordar si estabas bajo su protección, quedo pues, paralizada dejando caer una hermosa navaja de cristal del montículo.

-Lo-sien-to... no... debí preguntar nada.- Trato de decir la joven.

El vampiro la observo por unos instantes; su atención pronto fue dirigida al objeto en los pies de Carrie. Lo tomo reconociéndolo con solo mirarlo, se trataba de una de las armas de la reina que se mezcló con sus cosas al ser apresuradamente recogidas en el alboroto. La pasó por sus dedos probando la hoja; era muy filosa, tanto que podría cortar un cabello al ser tirado sobre ella. Al liberarse de la temida mirada escarlata la joven pudo ver la navaja entre las blancas manos de su amo. Un gemido de sorpresa se escapó de sus labios.

-¡Pero si es una Estalagmita!

-¿Una Estalagmita?

-¡Es una daga de la realeza! Solo los miembros de la realeza del reino Helado las pueden poseer porque tiene poderes. Aunque muchos afirman que es porque su hoja está hecha de diamante, una puñalada con ella seria mortífera.

-¿Cómo sabes que es una Estalagmita y no un daga de la guardia real? Sus armas son iguales, he visto muchas de ellas.

-Con el debido respeto que se merece Amo,- Se trató de explicar la joven bajando la mirada al brillo de la hoja.- pero no es un arma que podría usar un guardia real. Tal vez podrán aparentar ser iguales, pero solo los de la realeza tiene un mango de plata con grabado en espiral y pequeñas espinas de diamante en la base como esa. Aquellos que no sean de cuna de oro son cortados por la misma Estalagmita al tratar de usarla, de ella salen un veneno tan potente que recorre el cuerpo congelando todo a su paso, antes que caigas al suelo ya habrá muerto el portador.

El Juego entre la Sangre y la Nieve Donde viven las historias. Descúbrelo ahora