XI

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Las llamas ascendían llenando el aire de cenizas, el humo invadió las casas cercanas rápidamente dejando a sus habitantes con solo la opción de huir. La guardia real no tardo en llegar, pero el incendio estaba fuera de control. Algo extraño para ser espontaneo. Los habitantes del área se sumaron para la extinción de las llamas, pero no se sofocaban con nada, eran tan intensas que derretía la poca nieve que había a su alrededor. Fue entonces que un gran grupo de vampiros atacaron el lado contrario de la ciudad. Parte de la guardia real trato de pararlos apunta de disparos y cortes de espadas de plata. Ambos bandos resistieron sin bajas por un largo tiempo.

No era de extrañarse que todo este caos era una distracción vil mientras el Conde Damion se escabullía por la caballeriza real. En algún momento, cuando descubrió este atajo tan ventajoso al castillo, pensó en introducir a varios de sus hombres para tomar al castillo pero pronto se dio cuenta que solo él podía lograr pasar por ahí sin ser detectado por su sobrehumano sigilo, algo que no todos los vampiros del clan lograban dominar.

El castillo estaba alerta, pero la atención se concentraba en lo que pasaba fuera de las murallas reales. Paso por los intricado pasillos deteniéndose en una delante de una gran puerta. Las voces eran bajas pero familiares para Damion. Se acerco un poco más a la puerta y escucho con atención.

-... ya debieron  sofocar las llamas.

-No me cambies el tema. Se que has arreglado un cita con los Flower.

Sure suspiro.

-Te he dicho, ya muchas veces, que es mi responsabilidad velar por tu futuro. Lo que he venido hacer ya esta hecho. Me retiro.

-Hay veces que pienso que te encanta esta guerra.- Dijo Ross entre dientes.

La Reina se dio la vuelta, la lanzandole una fría mirada a la princesa contuvo el aliento.

-Como te atreves a decir semejante disparate porque este enfada por lo de la cita con la familia Flower. Insolente. Compórtate Ross...

-Es que no lo vez- La interrumpió la joven.- Si realmente quisieras acabar con esta guerra pondrías un alto al fuego, y negociarías la paz. Tus acciones solo provocan que la guerra compre más vidas inocentes.

-Claro, como fui yo quien invadió las tierras de las sanguijuelas, como fui yo quien trato de secuestrar a un hijo de los despreciables chupa sangre, y claro que fui yo quien trato de envenenar al imbécil del Conde Damion.- Ross se enderezo, no por orgullo sino por temor a su hermana.- Yo más que nadie quiero la paz Ross. Pero no es tan sencillo.

Damion se estremeció ante la declaración de la Reina. Debía actuar más rápido, si quería lograr su objetivo. Sure le dio la espalda a su hermana y se dirigió la puerta con pasos calmados pero decidido. El Conde se aparto rápidamente al escucharla venir escondiéndose en detrás de una cortina. Sure abrió la puerta de par en par y observo con atención cada espacio del pasillo. Ella habría jurado que alguien estuvo ahí no hace mucho, lo podía decir por la presencia. Al no ver nada dijo:

-Ross, espero que te quede aquí mientras la guardia real se encarga del incendio y de los vampiros.

Cerro la puerta detrás de ella y desapareció por el pasillo. El Conde espero que su olor se disipara para entrar a la habitación. No es que esto tubiera algún significado especial, solo quería pensar que la presencia de ella no estuviera en el aire. Cuando entro se encontró con una joven tirada boca abajo en el gran diván, sollozando y murmurando. Damion con cuidado cerro la puerta y le paso seguro. Se acerco a ella tratando de hablar lo más dulcemente que pudo.

-Las flores no debería llorar, se pueden marchitar.

Ross levanto la cabeza bruscamente, sus ojos se abrieron dejando ver lo rojos que estaban por las lagrimas, al ver al vampiro sonreír se incorporo.

El Juego entre la Sangre y la Nieve Donde viven las historias. Descúbrelo ahora