Epílogo: Escapando Un autobús de gira se estaciona afuera de la puerta de entrada del recinto. ¿Qué recinto? Es fácil olvidar dónde estás cuando estás de gira. Los chicos podrían preguntarle a Tommy – Tommy sabe todo – pero realmente no importa. Lo único que importa es que es día de concierto. Cuando estás en una banda, todo es sobre el concierto. Vives por esos 90 minutos en el escenario. Una multitud de fans se ha congregado alrededor de la puerta. Los chicos pueden verlos desde las ventanas polarizadas del segundo piso. Definitivamente pueden escucharlos, y los gritos se vuelven más y más fuertes conforme el chico de seguridad los escolta uno por uno al recinto. Cada uno de los fans claramente tiene a su favorito. ¡Tom! ¡Danny! ¡Dougie! ¡Harry! Los chicos saludan cuando escuchan sus nombres, antes de desaparecer en las entrañas del recinto. Una vez adentro, Tom mira alrededor. “Recuerdo este lugar,” dice. Difícilmente una sorpresa. No hay muchos recintos en el país en el que no se hayan presentado. Siguen las señales pintadas en las paredes que los dirigen a sus vestidores. Nunca saben qué esperar. A veces es un pequeño armario en el que a duras penas caben todos. A veces es un laberinto gigante de habitaciones lo suficientemente grande para la banda y sus acompañantes: las coristas y el tecladista que viajan aparte; los chicos de sonido y los técnicos para las guitarras y batería que llegaron hace horas, montando el escenario y asegurándose de que todo esté listo; el fisioterapeuta; sus managers y, por supuesto, Tommy, que literalmente logra que el concierto suceda. Entran a un vestidor enorme. Tres sillones. Dos refrigeradores. Pero no hay lujos. No hay flores ni cortinas ni ningún tipo de adorno estilo Mariah Carey. Sólo lo esencial para una banda trabajadora. Una ronda de bebidas suaves, fruta y barras energéticas – sus días de cerveza antes de los conciertos han terminado – y una mesa llena de todos los productos para el cabello que puedas imaginar. Lo que usarán en el escenario está colgado en un estante de vestuario, con boxers limpios en un contenedor a un lado. “Es importante tener boxers limpios después de un concierto,” dice Danny, a nadie en particular, con una sonrisa. En la habitación de al lado hay una batería Gretsch, un teclado, dos guitarras y un bajo. Si necesitan calentar antes del concierto, los instrumentos los esperan. Pero ahora es momento de hacer la prueba de sonido. Siguen las señales al escenario, y entran por los lados, pasando el montón de maletas – cajas negras, grandes y robustas, quizá 20 o 30. Se necesita mucho equipo para lograr el sonido que la banda quiere, y su personal tiene el trabajo de que conseguirlo. En el pasado, los chicos han volado en helicóptero y subido al escenario sin hacer prueba de sonido – así de bueno es el personal. Pero esta noche no hay necesidad de improvisar. El tecladista y las vocalistas ya están en el escenario. Harry se sube al elevador de la batería, al compás de algunos acordes de jazz del teclado. Tom, Danny y Dougie cuelgan sus guitarras alrededor de sus cuellos. Dougie empieza a tocar. La línea de bajo de ‘I Wish’ de Stevie Wonder hace eco en el salón, antes de convertirse en el tema incial de Star Wars. Harry se le une – cuatro en el piso y un ritmo que resuena por el recinto como un fuego artificial. Un solo de guitarra corta todo: Tom ha empezado la estridente introducción de ‘Red’. Los chicos se unen, y ahora la voz de Danny suena sobre todo. Es fuerte. Muy fuerte. Pero justa. Si alguien tiene alguna duda de que esta banda sabe lo que hace, pronto se disipa. La canción termina. Hay un poco de todo en el escenario. Pedazos de canciones conocidas suenan en las bocinas: ‘I Heard It Through The Grapevine’, ‘Beat It’, ‘Day Tripper’, ‘I Want To Hold Your Hand’. Danny pide que muevan una de las luces – está reflejando en su guitarra y no puede ver los trastes. Tom salta hacia el auditorio para escuchar el sonido desde el punto de vista de la audiencia. Y cuando los chicos del personal están felices con los niveles, dejan sus instrumentos y regresan a detrás del escenario. Siguen las señales detrás del escenario hasta el área de comida, donde la banda y su personal comen lo que les han preparado. Tommy entra. Imperturbable, como siempre. “Vamos a escapar esta noche, chicos,” anuncia. Los chicos asienten. Escapar – subirse al autobús inmediatamente después de que terminan de tocar, dejando el recinto antes de que los fans puedan obstruir la salida del vehículo. Significa que pueden estar en el hotel 10 minutos después de bajar del escenario, bañándose el sudor. Cuando terminan de comer, Harry quiere relajarse en el autobús. Es difícil salir porque ya hay una fila de fans alrededor del recinto, observando cada posible salida. Se pone una chamarra y consigue escabullirse sin ser reconocido. No es que quiera evitar a los fans. Es sólo que es difícil cuando hay cientos de ellos esperando, como esta noche, haciendo fila alrededor del recinto horas antes de que se abran las puertas. Faltan 90 minutos para que empiece el concierto. Dougie entra al vestuario, tarareando una canción de Jennifer Lopez. Tom está platicando con Izzy – una violinista experta – discutiendo qué canciones tocará en la boda de Tom. No puede ser nada que haga llorar a Tom. Llora demasiado fácil. En un abrir y cerrar de ojos, algunos dirían. Faltan 60 minutos para el concierto. Desde un lado del vestuario puedes escuchar a Harry en la siguiente habitación, ensayando en la batería. Ritmos complejos y funky, sólidos y bien conocidos por él. Desde el otro lado, se escucha a la banda de soporte, que ya está en el escenario. Tom está recostado en la cama del fisioterapeuta, con agujas en su rodilla. Han traído a su fisioterapeuta, Ryan, desde Australia, específicamente para esta gira – su modo de consentirse. Pero al escuchar los alaridos de Tom cuando las agujas perforan su piel, no pensarías que es un modo de consentirse. Faltan 30 minutos para el concierto. Los chicos se cambian de ropa y el aire pronto se llena con el olor de su gel. Tommy entra, en las manos lleva los audífonos de la banda y ayuda a los chicos a ponérselos. Tom conecta su iPod a unas bocinas portátiles. ‘Helter Skelter’ de The Beatles suena a todo volumen, y él empieza a saltar arriba y abajo, tocando la batería y la guitarra imaginariamente, preparándose. En el escenario es un maniaco cuando toca. Aquí atrás no es muy diferente. Danny toma una taza de miel, limón y jengibre. 90 minutos en el escenario pueden pasarle la factura a tu garganta, pero no se va a reprimir cuando esté frente al micrófono. Dougie se sienta en silencio en la esquina, jugando con su teléfono antes de revisar su cabello por última vez frente al espejo. Si se va a poner nervioso antes de un concierto, sucederá unos pocos minutos antes de subir al escenario. Así que quizá su silencio significa algo. Richard Rashman y Fletch están cerca, sentados. “Te ves muy sexy, Dougie,” bromea Rashman, y Dougie muestra una sonrisa.
Faltan dos minutos para el concierto, y la audiencia puede sentirlo. Sus gritos son más frecuentes. Más fuertes. El chico de seguridad enciende su linterna a los lados del escenario. Está buscando a cualquier fan que pudiera haber conseguido colarse detrás del escenario. Pueden ser persistentes. Pero no hay ninguno. Detrás del telón de protección, las vocalistas y el tecladista toman sus lugares. Dougie y Danny llegan a unos pasos del escenario, Dougie tomando una lata de Red Bull, Danny apretando una botella de agua y chocando los puños con todos los que pasan – un ritual antes del concierto. Las luces se apagan. Los gritos son bastantes para hacer que te tiemblen los tímpanos. Si la banda no estuviera usando audífonos no podrían escuchar lo que tocarán esta noche. O cualquier noche. El aire se llena de hielo seco. Parece que todo el edificio está vibrando. De pronto el telón se eleva. La banda sube al escenario. La multitud enloquece. La banda entrega todo lo que tiene. Y por 90 minutos, ninguno de ellos detiene el ruido. ¿Mantente en calma y toca más fuerte1? Uno de dos no está tan mal. ???? Las notas finales de ‘Shine A Light’ dejan de sonar. Tom, Danny, Dougie y Harry dejan el escenario. Están empapados en sudor. También están emocionados. Sonrisas en sus rostros. Ojos brillantes. No hay tiempo que perder. Como Tommy dijo, van a escapar. La seguridad los guía por los pasillos vacíos mientras la audiencia sigue gritando por la banda. No se pueden quedar. SI el autobús no se va pronto, no se irá jamás. Es difícil que un vehículo se mueva cuando está rodeado. Los chicos corren por la puerta y suben al autobús que los espera. Toman sándwiches del refrigerador, y suben las escaleras en donde Giovanna, Izzy, Georgia y Lara están esperando. Cuando se aleja en silencio, la audiencia sigue dentro del recinto. Algunos de ellos estarán esperando poder ver a los chicos. Esta noche estarán decepcionados. McFly ha dejado el edificio.