– Pero que demonios...- expresó Matías al escuchar la historia de la rica comida que había cocinado Ana - ¿Y por qué no nos guardaron un poco, ah?- se quejó medio en broma medio en serio. Le habría gustado probar esa sopa.
El grupo se había sentado formando un círculo y la poca comida que llevaban estaba al centro de modo que todos la alcanzaran.
- Lo siento, hermano. Debieron de ir por ustedes antes. Si alguien tiene la culpa, se esta dirigiendo al Suroeste y se llama Iván- indicó Alan haciendo reír al resto.
- Lo mataré cuando lo vea- bromeó Rafa- ya hablando en serio Ana, ¿cómo consiguen la verdura? Creí no existía aquí.
- La verdad es Isaac quien la consigue. Dice que hay un lugar dónde crecen a montones pero los demás animales también conocen ese lugar. Por eso me ha dicho que es difícil llegar allá sin que las criaturas te identifiquen. Las bestias se aprovechan de los animales pequeños y solo se cruzan por ahí para cazar, no les interesa la verdura, son carroñeros.
- Ya veo. ¡Cómo es que no lo descubrimos antes!- gritó Rafa- no habríamos pasado hambre...
- Calma- intervino Vivi- ya no necesitaremos nada de eso.
- Lo sé, aunque pudo ser de mucha ayuda.
- Sí, puede que- Karen entró en la conversación- Pero ahora nos vamos. Saldremos. ¿Se imaginan qué pasará cuando por fin crucemos El Muro?
- No quiero hacerme ilusiones de lo que hay fuera de éste. Claro que sé que hay otras ciudades y eso, aunque no quiero ni imaginarme lo mucho que habrán cambiado en nuestra ausencia- declaró firmemente el mayor de todos, Matías.
- Uhm, yo sí que me lo imagino. Habrá proyectores en las paredes de los grandes edificios y se verán anuncios y noticias en éstos. Algo así como en Nueva York pero mucho más tecnológico y, si tenemos suerte, podremos presenciar avances en la recolección y transformación de basura en energía, eso sí estaría genial. También habrá autos deportivos flotantes –. La imaginación de Alan no podía contenerse, él sí que ansiaba ver un mundo cambiado. Un mundo mejorado.
- ¡Que seguridad la tuya!- soltó Abraham dándole una palmadita en la espalda- lo que más me gustó de tu versión del mundo, fueron los autos deportivos flotantes- aseguró entre risas- yo me compraría uno.
- ¡Oh, vamos! El mundo no cambia tan a prisa- sostuvo Karen- si acaso existirá pero el prototipo.
- Uno nunca sabe –. Matías tomó la palabra- ya hemos estado aquí durante nueve años. Yo creo que es tiempo suficiente incluso para que nos llevemos una buena sorpresa al salir. Por eso prefiero no pensar en ello.
Lo que Matías argumentaba era cierto. Nueve años. Casi una década. Sí, tiempo suficiente como para que los científicos hicieran nuevos descubrimientos, para que los gobiernos se unieran, la vida cambiara como ellos la conocían, se extinguieran algunas especies de animales, se descubrieran otras nuevas. ¿Cuántos bebes habrían nacido? ¿Cuántas perdonas habrían muerto? Quizás tiempo suficiente como para que la NASA encontrara la forma de viajar a velocidad luz e ir a otras galaxias. Bastante tiempo como para terminar una guerra... o iniciar otra.
- Bien, creo ya se va haciendo tarde. Tomen sus mochilas y vámonos – ordenó Vivi al ver que nadie tenía la intención de seguir con la plática –. ¡Pero que sea para hoy!
Retomaron la caminata. Vivi al frente junto con Rafa y Ana, los demás decidieron ir atrás. Ana deseó que su hermano estuviese ahí, con ella. Que le dijera que ya estaban cerca, que les faltaba un poco más. Reprimió un suspiro y miró a Abraham por encima de su hombro, después de todo, no se encontraba sola... tenía a seis personas que la protegerían.
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Si tú vas, yo también
AventuraLa Zona. Más de 90 kilómetros a la redonda de lo que fue el estallido del rector. Isaac, un SOBREVIVIENTE, creía que estaban solos, él y su pequeña hermana, pero se equivocó. Su objetivo estaba claro al inicio: buscaba algo, algo que le había si...