La pared

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 07/03/12

Para: Usted

Hay una cosa que debe saber antes de comenzar con lo que le voy a decir. Y es que esto no tiene fin.

Mi nombre es Ismael Serrano, tenía un empleo como profesor de química en el instituto educativo medio superior de mi pueblo. La verdad es que aparte de que amaba mi empleo, eso ponía comida en mi mesa. Así que nunca me quejé del salario y me llevaba bastante bien con mis colegas.

Supongo que mi historia debería comenzar el día cuatro de marzo, día en que castigué a Pedro Palacios. Había copiado en mi examen del último parcial del semestre. Lo descubrí y le dije que se quedaría después de clases para que repitiera el examen él solo.

Eran las 6:30 p.m., faltaba una hora para que los últimos grupos salieran. Yo tenía la última hora libre, así que le avisé a Pedro que podría aplicarle el examen a esa hora. Tardó treinta minutos en acabarlo, me lo entregó y se marchó. El salón estaba vacío, solo las butacas, mi escritorio y yo. Estaba por marcharme, ya había guardado todo en mi maletín, pero algo me dijo que revisara el examen de Pedro. Hay quienes dicen que si pudieran volver el tiempo y cambiar algo no lo harían, porque si no hubieran hecho esos errores no serían lo que son ahora. Bueno, pues yo digo que eso es una gran mierda; daría lo que fuera por volver y no quedarme en el salón a revisar el examen.

En fin, lo revisé. El examen constaba de dos hojas, bastante simple a decir verdad pero como era de esperarse de un alumno como Pedro, solamente contestó la mitad de la primera hoja. Lo revisé y escribí en el examen un «2» encerrado en un círculo rojo. Me puse de pie y me dirigí a la puerta. Cuando estaba por salir di un último vistazo al salón, y fue cuando la vi: un papel sobre la banca en el otro rincón del salón. Era raro, pues el conserje había aseado el salón antes de que lo utilizara. Me decidí a ir por el papel. Cuando lo tomé vi que no era un papel, era más bien algo así como un trabajo escolar.

La primera hoja era la portada, en el centro se leía «LA PARED» y el resto de la hoja estaba en blanco.

Me dirigí de nuevo a la puerta, antes de salir miré el cesto de basura con las hojas grapadas todavía en mi mano, estaba decidido a tirarlas, pero en vez de eso las metí en mi maletín y me fui.

Al llegar a mi pequeño departamento cené y me fui a dormir. Como a eso de las once de la noche me desperté y me entraron ganas de ir al baño. Cuando opté por dormirme de nuevo, simplemente no lo puede hacer, el sueño se me había ido. Me levanté y bajé a la cocina, se me ocurrió una idea para matar el tiempo: revisar los exámenes.

Saqué los exámenes de mi maletín y al hacerlo algo cayó al suelo, eran las hojas que había encontrado en el salón. Las tomé y me senté en la sala, era una carta, trataba de una chica de Massachusetts, ella bailaba ballet y cuenta su pequeña historia, una historia horripilante que hizo que se me erizaran los vellos de mis brazos. Terminaba con la loca idea de que Sandy (el nombre de la chica) había quedado atrapada en la pared del sitio donde aprendía ballet. No decía cómo había quedado atrapada ahí, y además me pareció algo absurdo. Suponiendo que alguien pudiera quedar atrapado en una pared, ¿cómo iba a poder escribir tal carta desde un lugar así? Supuse que lo había escrito algún chico como broma para espantar a sus amigos o incluso era alguna tarea de redacción para la materia de expresión escrita. Pero si soy sincero he de admitir que logró espantarme por completo el poco sueño que me quedaba.

Al día siguiente, cinco de marzo, regresé a la escuela. Estaba en medio de una clase cuando un chico tocó a la puerta.

—Maestro Serrano, lo llama una señorita —dijo el chico.

—¿En la sala de profesores?

—No, en el salón veintisiete, es urgente —dijo antes de irse corriendo.

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