VII.

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Capítulo 19

Al ver el remordimiento en su mirada y percibir el ligero temblor en la voz de Danna, Leonardo se dio cuenta que estaba demasiado alterado y trató de calmarse.

–No quería decir eso –Danna trató de aclarar la confusión suscitada–. Es decir, lo expresé todo mal. Discúlpame y tienes razón, no te conozco –concluyó en voz baja, sintiéndose totalmente mal.

–Danna, no. Yo no debí ponerme así –rectificó su anterior postura bélica–. Sé que tu comentario no fue malintencionado, pero prefiero no tocar ese tema.

–Entiendo –respondió lacónicamente, manteniendo un semblante inexpresivo.

–Lo siento, Danna. No quería discutir contigo –la miró con tristeza–; y, mucho de lo que dije, no lo siento.

–No tienes que disculparte, Leonardo. Sólo dijiste una verdad que es mejor no olvidar.

–¿Cuál verdad? ¿Qué amaba a mi esposa?

–Sí, que amas a tu esposa y que yo no te conozco. De ahora en adelante, será mejor recordarlo –comentó Danna más para sí, en realidad.

–Danna –pronunció Leonardo en un suspiro, cansado–. Creo que es mejor sentarnos a hablar, largamente.

–No lo creo, no hay...

–No digas que no hay nada que decir –la cortó él–. Para ti tal vez no, pero yo tengo mucho que decirte. Por eso quise venir aquí, me gusta mucho este parque y no es de los más populares de la ciudad, por lo que nos brinda tranquilidad y un poco de anonimato. Es...

–Tarde –interrumpió Danna ante el desconcierto de él–. Es tarde y debo ir a prepararme para la fiesta de esta noche –se sentía aliviada porque no deseaba hablar–. Lo siento, pero creo que debemos dejar pendiente la plática para otro momento.

–Pero –Leonardo iba a protestar, aunque ante su resolución cedió–. Esto no se queda así, Danna. Por el momento escapamos de esta charla; sin embargo, tarde o temprano, se llevará a cabo.

–Está bien. Lo mejor es que me vaya. Gracias por traerme a este parque, Leonardo. Es hermoso –comentó Danna con ensoñación.

–Sí, lo es. Tengo únicamente buenos recuerdos aquí –sonrió.

–Ahora ya no –presentó una sonrisa juguetona–. Ahora también tendrás una discusión que recordar.

–Y, ¿no es un buen recuerdo, no? –Leonardo inquirió irónico mientras Danna afirmaba con la cabeza–. Pero eso tiene solución –una mirada traviesa conquistó sus ojos.

–¿Cómo? –interrogó Danna sin percatarse–. No entiendo como una pelea puede ser un buen.... –no pudo terminar la frase porque Leonardo se acercaba conforme ella continuaba hablando. Lo miró avanzar sin entender y por fin cayó en la cuenta.

¿Leonardo la iba a besar? –se preguntó, demasiado tarde, ya que en ese instante, él capturaba sus labios tiernamente inundando inmediatamente su alrededor del aroma embriagante que desprendía su cuerpo.

Ella no estaba correspondiendo, así que Leonardo estaba a punto de desistir, cuando Danna empezó a saborear lentamente su labio inferior. Lo hizo con suma delicadeza y eso provocó que él la acercara completamente a su cuerpo, al tiempo que pasaba una mano por su cintura y con la otra tomaba suavemente su nuca para permitirse un mejor acceso.

Danna no pudo evitarlo, abrió su boca para dar paso a la insistente lengua de Leonardo que exigía dulcemente recorrer su cavidad y colocó sus brazos alrededor del cuello de él. Aferrándose para no terminar en el suelo, sentía que sus piernas no la sostendrían un segundo más. Estaba volando junto a un maravilloso hombre con el que momentos atrás estaba discutiendo. ¿Cómo es que la situación dio un cambio tan radical? –sus pensamientos se sucedían lentamente, pues poco a poco se iban haciendo incoherentes y dejó de pensar para disfrutar el momento.

Encuentro con el destino (Italia #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora