54: Intruso

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Después de celebrar nuestra victoria volando una vuelta alrededor del estadio, bajamos de las escobas y nos acomodamos en un rincón de la cancha lejos de donde estaban los Dementores, que parecen haber desaparecido. En un rincón veo a Draco, Crabbe, Goyle y Flint vestidos en capas oscuras, escuchando un largo castigo de McGonagall, que mueve su dedo índice mientras los reta.

—Uuuuh, esto está bueno —le digo a Harry, que los mira con interés.

Lupin es uno de los primeros en venir a saludarnos.

—Felicidades —dice—, soy un profesor, pero fui de Gryffindor. Se me permite festejar por mi casa.

—Gracias —le digo.

—¿Vio a los Dementores? —dice Harry—. Esta vez no sentí nada, y creo que pude hacer bien el hechizo.

—De eso no hay dudas —dice Lupin—, pero... no eran Dementores reales esta vez. —Mira a donde están Draco y sus amigotes—. Malfoy se subió a los hombros de Flint y todos se pusieron túnicas y capuchas. Querían asustarte, pero el peor susto se lo llevaron ellos.

Ahora sonrío mucho más al pensar en el castigo que McGonagall puede darles.

—¡Harry! ¡Mira! Permiso, permiso, soy un prefecto. —Percy se abre paso entre la multitud y sacude una bolsita en su mano—. ¡Gané! Diez Galleons, nada mal.

—¡Felicidades! —me dice Cedric cuando logra abrirse paso hasta mí. Nos abrazamos y siento que tiene la cara helada. Yo no tuve frío porque no paré de volar, pero los pobres del público estuvieron quietecitos todo el partido—. Estuviste espectacular, fue genial cuando cambiaste de mano de un momento a otro. Eldams-Oskett no se esperaba eso.

—Sí —me río—, eso fue ingenioso, lo admito.

Luego de admirar mis dudosas habilidades en Quidditch, nos vamos al castillo a tomar una buena taza de chocolate caliente antes de la fiesta en la Torre Gryffindor.

...

En la Sala Común de Gryffindor hay guirnaldas doradas y rojas, cervezas de mantequilla en las mesas (obra de Fred y George), túnicas de Quidditch colgadas de las escaleras y dos chicas de Sexto tocan la flauta y la pandereta para animar la reunión. Somos los héroes de Gryffindor. La Saeta de Fuego pasa de mano en mano con la constante vigilancia de Harry y Wood, y cuando vuelve a manos de su dueño nos sentamos todos a acabar las cervezas.

—Ahhh —digo luego de tomar un trago—, esto es vida.

—Jugaste muy bien, Leyla —dice Wood. WOOD. Admitiendo que jugué bien. Ese tipo me tenía de mula de carga hasta hace poco.

—Pero creo que jugabas mejor antes del accidente —dice George.

Wood lo mira con interés.

—¿Qué accidente? ¿Te pasó algo? —me pregunta.

—Claro, ¿no te enteraste? En algún momento antes de las vacaciones se golpeó la cabeza y por eso ahora sale con Diggory —dice George—. No se sabe si se resbaló cerca del lago y se golpeó con una piedra, o si se le cayó un ladrillo en la cabeza, o si se metió debajo de una mesa y al pararse se golpeó la cabeza...

—Chicos, tienen que aceptarlo —digo—. Elegí estar con él antes de golpearme la cabeza.

Por suerte, en medio del momento incómodo, aterriza una bola de papel y todos volteamos a ver quién la tiró. Pronto se arma una batalla de cosas voladoras y nos reímos tanto que no me doy cuenta hasta muy tarde que me senté entre Fred y George.

A las doce de la noche, algunos se van a dormir, y a la una ya no hay nadie en la Sala Común. Las últimas chicas regresan del baño, las luces se apagan y cerramos la puerta de nuestra habitación.

Leyla y el prisionero de Azkaban | (LEH #3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora