Prologo

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Albert ya tenía su equipaje en mano y listo para irse, bajó las escaleras y llegó al desván iluminado con un gran candelabro dorado y con rosas plantadas en masetas enormes de barro, la maestra mas joven se encontraba siempre tan elefante dispuesta a hacer lo que fuese para que Albert no se fuera, aunque sus padres ya estaban afuera esperandole en el auto.

- Albert, porfavor, eres nuestra última esperanza. No te vayas, porfavor.

Albert tenía que dejar la universidad, era lo más lógico, aunque no lo quisiera, el sabia que no podía hacer nada al respecto, era inexperto y joven, además de ser el último estudiante en la residencia que no se había marchado.

- No soy su última esperanza, ni la única, nunca lo fuí.

- Tu puedes ayudarnos, eres el único que sebe la verdad. No te puedes ir.

- No. Y no me voy a quedar, no podría sabiendo que tantos murieron y el resto ya se fué. ¿Una gran universidad con un solo estudiante? Es absurdo.

Albert marchaba decidido a la puerta hasta que ella le tomó del brazo con fuerza y le detuvo. Se miraron fijamente, ella con rostro suplicante y él muy serio, entonces cedió y él la abrazó.

- Quizás te visite.

- Promételo. - ya sus lágrimas estaban a punto de salirse de su cauce.

- Lo prometo. - y aunque sabía que no era verdad, lo dijo sabiendo que eso le daría animos de seguir adelante.

- Te estaremos esperando.

Albert se subió al auto de sus padres y no se molestó en mirar atrás, al camino de piedras y barro donde ella miraba como el auto y la cabeza de Albert adentro, cada vez se hacían mas pequeño.

Cuando volvió adentro y cerró la enorme puerta de madera tallada con rosas se volteó y se asustó al ver el rostro demacrado, arrugado y viejo de la directora.

- Dijo que volvería.

- No lo hará. Ningún estudiante querrá estudiar aquí y de todas formas no podrá hacerlo, recibí una carta de denuncia. No habrá mas educación aquí. - su voz era estricta y autoritaria, le asustaba un poco.

- Pero, con todo respeto, todas somos educadoras, para eso estamos aquí.

- No te hagas la que no sabe lo que pasa. El juicio fallará en nuestra contra y nosotras nos encargaremos de mantener la universidad en un perfil bajo, es una buena oportunidad. Nadie debe saber de la universidad, estos ladrillos ya no forman un centro educativo.

- Si señora. - dijo resignada y se marchó.

Ella sabía que lo que había dicho la directora era cierto y tenía que empezar a adaptarse a la situación. 12 de sus estudiantes habían muerto y el resto, casi 150 alumnos se habían marchado y lo quisiera o no, el estado se encargaría de cerrar la universidad y aunque ya no volvieran a tener alumnos, ellas debían permanecer, Santa Rosa debía seguir en pie, oculta pero no inexistente.


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⏰ Last updated: Dec 20, 2016 ⏰

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