Tom... solo Tom

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Noviembre se echó encima con rapidez, trayendo consigo el frío y las incesantes nieves que tiñeron de blanco las calles, y los problemas para Harry no habían hecho más que empezar. Esos días que había tenido libres para hacer que Tom se adaptara a su nueva vida se habían acabado tan prematuramente como llegaron: el cuartel de aurores se desmoronaba sin Harry Potter al mando, pocos días después de que Tom pusiera un solo pie en el número 12 de Grimmauld Place, Kingsley le había comunicado a Harry que lo necesitaban al frente.

No es que Tom diera problemas, no era eso exactamente lo que inquietaba a Harry de dejarlo solo en su casa. Más bien era que no confiaba en él. Aunque admitiera en secreto (y solo para sí mismo) que era un muchacho encantador y que poco a poco (o tan rápidamente que hasta daba miedo) se estaba ganando su amistad y "cariño", como les había pasado a los profesores de Hogrwarts. Y eso no hacía más que recordarle a Harry lo que le había pasado a Slughorn... Ese pobre hombre que fue seducido por Voldemort hasta tal punto, que se negó a pensar que pudiera haber una segunda intención en las preguntas o actos de aquel joven tan inteligente y aplicado.

Pero era tan encantador... Era imposible mantenerse serio con él por mucho tiempo; era un muchacho divertido, inocente, amable, inteligente... Incluso ver la televisión con Tom resultaba un rato agradable aunque ambos estuvieran en silencio. Lo que Harry aún no acababa de asimilar de todo bien era cuando Tom lo miraba a los ojos fijamente; Siempre con esa expresión de cachorrito abandonado, como preguntando si podría quedarse con él por siempre. Esa mirada... ¿Sería esa mirada la que encandiló a todos los que conocieron a Tom Ryddle?

Mirase por donde lo mirase, Harry no se permitiría confiar en Tom por muy bien que se lo pasara con él y por mucho que le gustase su compañía.

Era una cuestión de principios, y de orgullo.

Así que ahí estaba Tom; durmiendo en la cama de un tal Regulus Black, tapado hasta la barbilla con la manta y aún babeando la almohada.

Le gustaba esa casa fría, le gustaba de verdad. Le gustaba ese cuarto y le gustaban los baños, la cocina, el salón... Pero le gustaba porque Harry estaba con él. Le gustaba Harry; esa sonrisa que le salía sola aunque no quisiera, la forma en que pasaba rápidamente de un carácter de perros a uno suave, le gustaba cómo lo miraba de reojo cuando creía que no se daba cuenta. Pero Tom siempre se daba cuenta. Y también le gustaban los ojos de Harry. Esos ojos verde esmeralda que no se atrevía a mirar de cerca por miedo a incomodar a Harry más de lo que ya lo hacía.

Ese chico le gustaba tanto que incluso había olvidado el hecho de que la primera vez que se vieron intentó matarlo.

El sanador Caine le había dicho sobre eso que era algo aislado que no volvería a repetirse. Que al igual que el hombre que estaba con ellos cuando consiguió que su corazón volviera a latir, Harry también lo había confundido con un prófugo muy peligroso. Pero él no estaba tan seguro. Intuía que había algo más, intuía que, a ratos, Harry no aguantaba su presencia y que incluso llegaba a odiarlo. Pero Tom hacía como que no se daba cuenta de esos momentos, prefería ignorarlos, aunque en el fondo lo desconcertaba y se sentía dolido.

Despertó como siempre, con un lento parpadear y se desperezó estirando los miembros contra el colchón. Bostezó, seguía teniendo sueño a causa de quedarse la noche leyendo esos periódicos que Harry había traído para él, informándose de todo aquello que debería recordar pero que en cambio había olvidado.

En esas pocas semanas ya se había leído la mayoría de la enorme pila de periódicos, asombrándose por ese contenido histórico que no recordaba: El alzamiento de un mago tenebroso "lord Voldemort", el cual había causado terror. Contrario a los magos nacidos de muggles había intentado erradicarlos llegando a extremos en demasía violentos, proclamando la supremacía de los magos denominados "sangre pura o limpia" como los magos verdaderos, y no conforme solo con intentar que esos magos nacidos de muggles fueran privados de sus varitas, torturados o asesinados por los suyos "mortífagos", también mataban muggles como si fuera un deporte pues los consideraban peor que elfos domésticos. Ese mago tenebroso había causado una barbarie... Y de no ser por Harry (como Tom descubrió leyendo los ejemplares de El Profeta) esa barbarie se habría prolongado hasta que Voldemort ganara la primera guerra.

Una oportunidad para TomDonde viven las historias. Descúbrelo ahora