Parte 4

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A Hugo no le gustaban los perros, era más bien una persona de gatos.
Helena se volvía loca de felicidad cada que veía a un perro en la calle, aunque igual se volvía loca al ver a un gato, ella enloquecía por muchas razones, eso era algo que Hugo aprendió a amar, aunque la idea de que su novia tocara a los animales de la calle y luego tocara su rostro (cosa que Helena hacía mucho) no le agradaba del todo.

Hugo y Helena eran muy diferentes, demasiado en algunas ocasiones y muy poco en otras.

Hugo no tomaba nada de alcohol, no le gustaban las fiestas, prefería quedarse en casa con Helena.
Helena era borracha de closet, siempre se mareaba pero jamás llegaba al punto de estar borracha, aunque todos sabían que lo estaba, ella disfrutaba de las fiestas y de vez en cuando las organizaba porque ya "tenía siglos sin salir" aunque hubiesen pasado dos semanas no más.

Helena y Hugo se amaban a su manera cada uno y a veces el otro no lo lograba entender.

Hugo no se perdonaba si dejaba salir a Helena sin un sueter, sin haber comido algo, sin haberse asegurado de que ya hubiese ido al baño. Algo como lo que hace una madre con su hijo, esa era una de las maneras en las que Helena sabía que Hugo la amaba, la amaba tanto y tan tiernamente.

Helena era el orgullo andante, ella jamás había pedido perdón a nadie.
Cuando Hugo se molestaba con ella, Helena pidió perdón muchas veces, tantas que dolían pero no le pesaba. Por cada perdón sincero que salía de la boca de Helena, Hugo sabía que lo amaba sinceramente y sin orgullo.

Era su manera de amarse, tan caótica y desastrosa a veces, tan dulce y tranquilamente en otras ocasiones. Se amaban y ya.
A veces las peleas eran tan fuertes que deseaban irse y no volver jamás, no saber del otro nunca y hacer como que ni siquiera pasó, que nunca se hubiesen conocido, comenzar una vida sin el otro y hacer como si fuese normal... pero era imposible. ¿Cómo fingir que todo ese amor jamás pasó? ¿Cómo ignorar tantas primeras veces? ¿Cómo hacer que todo lo que eran comenzara de nuevo?
Porque de alguna manera muy cierta, ellos se habían convertido en lo que eran gracias al otro, habían pasado tanto tiempo lado a lado que aunque no dependían de estar juntos, querían estarlo.

-Cierra la ventana – dijo Helena mientras sentía la brisa entrar y acariciar todo a su paso, incluido al gato.

-Pero no hace frío - protestó Hugo asomándose y sintiendo la brisa entre sus cabellos. La cerró de todos modos, miró a Helena y sonrió complacido... le hacía feliz amar a esa mujer.

Helena le sonrió en son de gracias y fue suficiente para atraerlo hacia ella, fundiéndose en un abrazo tan apretado y cálido que casi juraban tenía sabor a "te amo" y mientras lo disfrutaban ambos pensaban en lo felices que eran al lado del otro y aunque era completamente distintos también eran idénticos a la hora de sentir.


Cuando Hugo me amóDonde viven las historias. Descúbrelo ahora