Lo dejó ir

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Capítulo Único.


Cegado por la técnica y la perfección, Yuri Plisetsky nunca se había dado cuenta de aquel sentir que podía producirle patinar. ¿O es que acaso simplemente lo había olvidado? Era como si volara, deslizándose sobre el hielo como si hubiera nacido para ello en vez de caminar, dejándose absorber por la música que se escuchaba dentro de los propios latido del corazón, resonaba desde dentro hacia afuera... de forma tan natural como respirar y dejaba que la corriente de deslizarse de un extremo lo haga volar, había algo también como vértigo, como si fuera la primera vez patinando y luciendo su mejor forma con inocencia ante ojos sorprendidos por su capacidad, batiendo sus brazos como alas... podía tocar el cielo, podía llegar a ser un ángel.

Sí, todo eso también... todo esto también podía exactamente como el amor. Yuri fue su primer amor y tampoco se había dado cuenta. Sea que era Yuri o su desconocimiento, ambas cosas le producían jaqueca e impotencia.

Se daba cuenta de ello, fuera de toda esa música celestial, de esos movimientos frágiles envueltos en lentejuelas y brillantinas solo era un maleducado chico quinceañero, que sentía un fuerte dolor en el pecho cada vez que Yuri, ese cerdito torpe y estúpido se dejaba coquetear por ese ingrato hombre con complejo de príncipe, Victor. Y aunque muchas veces se dejó llevar por la ilusión de ayudarlo, o de intentar animarlo a su manera, todo lo que él hiciera valía en realidad poco, o casi nada en comparación del otro Ruso. Exacto, a su lado solo era un saco de huesos con mucha mala leche y flexibilidad, un cabello rubio bonito y nada más, porque sus fracciones siempre era rígidas y su delgadez delataba su poca edad a la cual en un intento de intimidar a Yuri con sus ojos, ese solo sonrió nada asustado viéndolo como el niño inexperto ante el mundo y el amor que es. Y pensar que lo primero que le llamó su atención fuera que el japonés se llamara de igual forma, Yuri. Le irritó un poco al principio y tomó esta desventaja para tomarlas contra él, pero en el fondo se sentía genial y a la vez un poco triste.

Mismos nombres, tanta era la diferencia.

Y él ahora solo había pasado a ser "Yurio" por la vaguesa mental de alguien más. ¿Por qué? Se preguntaba. No solo Yuri Plisetsky resaltaba más sino, todo en Yuri Katsumi hacía que este se hundiera poco a poco por cualquier nimiedad. Opacado por su pesimismo, el cabello color ceniza, las gafas que escondían un par de ojos tristes y su sola amabilidad y deseo de soledad. Era exactamente lo opuesto a él, era la única razón por la que deseaba siempre golpearlo con todas sus ganas, no había otra forma de que pudiera expresar su deseo de que este despierte y mejore, algo completamente imposible puesto que ni él mismo sabía hasta hace nada cuál es la esencia real de un patinador ¿qué es lo que hace a los patinadores, verdaderos? ¿Y cómo se suponía que iba a sacar algo en claro con todo ese descontrol de sentimientos y emociones que era él mismo?

Desaprovechó cada oportunidad que tuvo, es más, abusó del otro cada vez que podía con tal de que, de alguna manera, desapareciera y al mismo tiempo no se rindiese, no tenía claro que era exactamente lo que pretendía con sus actos pero de lo que sí estaba seguro es que detestaba ver a Yuri Katsuki fallar.

Sí, podría haber dado más de sí, podría haber hecho más notorio sus sentimientos hacia Yuri, pero su inmadurez y terquedad no se lo permitió.

Era tan simple de entender como que Yurio no estaba hecho para Yuri, porque Yurio nunca abrazaría tan abiertamente a Yuri, ni podría hacerlo llorar como Victor lo hacía, y nunca jamás de los jamases llevaría tal cursi anillo en su dedo. Eso era demasiado estúpido para él... o simplemente, demasiado.

Así que solo por una vez, podría olvidarse en ese carácter de mierda que tenía y el deseo pisotearlo todo y convertirse en alguien delicado, alguien a quien sería fácil poder amar.

Por un amor incondicional, Yurio tomo ese todo aquel embelesador descubrimiento, efímero, para poder dedicarle ese último Ágape por última vez y abandonarlo para siempre pues él no estaba hecho para el amor, y mucho menos para Yuri.

Tal y como lo tomó entre sus labios, robándolo, sintiéndolo y marcando a fuego a su memoria, sin ni otra palabra más que una mirada retadora, lo dejó ir.

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