Carlos era un ratón que vivía en la punta de un cerro. Trabajaba día y noche para limpiar el polvo a una bota que, años atrás, le había regalado su amigo Michel.
Todas las Navidades utilizaba esa bota para adornar su casa. Uno de esos años, cuando faltaban muy pocos días para la llegada de la Navidad, golpearon su puerta.
Era su amigo, el viejecito Michel, que venía desde el pueblo para invitarle a pasar las fiestas navideñas con él y su familia porque pensó que su amigo, allá arriba, se iba a sentir muy solo.
Michel llegó tremendamente cansado y Carlos le invitó a que se sentara a descansar.
Normalmente tardaban nueve días en subir caminando desde el pueblo hasta la punta del cerro, pero Michel, debido a lo resbaladizo que estaba el pasto, había tardado el doble.
Sólo faltaban tres días para Navidad y Michel estaba muy triste porque sabía que no le iba a dar tiempo a bajar el cerro de nuevo junto a Carlos y celebrar las fiestas en familia.
Carlos, preocupado por su amigo, estuvo dándole muchas vueltas a la cabeza pensando en cómo podía ayudar a su amigo. Finalmente el ratoncito Carlos planeó ¡un viaje increíble!
Ambos se subieron al trineo de Carlos y planearon ladera abajo. La velocidad era tremenda y las bolitas de nieve golpeaban sobre sus caritas. Tanta velocidad cogieron que ambos cerraron los ojos, y de pronto, habían llegado a los pies del cerro.
Y así fue como, con voluntad y amistad, Carlos y Michel celebraron juntos la Navidad. Carlos con su bota y Michel con su familia.