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Sobre el escritorio de Sergio Muselman, el famoso cantante de música pop, se encontraban algunas plumas estilográficas, un trozo de luna enamorada con forma de carta de amor, algunos cedés de música con la imagen de aquel famoso cantante en la portada, un par de libros escritos en braille y un reloj de arena de unos treinta centímetros de largo. En torno a lo que a ello atañe, nos permitimos preguntarnos, ¿para qué podría querer una persona totalmente carente del sentido visual un reloj de arena? Una pregunta bastante interesante, sin lugar a dudas. Más aún si tenemos en cuenta que siempre que alguien, aun cuando fuera la sombra de alguna incierta existencia, entraba a la oficina del señor Sergio, la arena se encontraba cayendo plácidamente hacia alguno de los extremos del reloj. Más aún si tenemos en cuenta que con cantidades exorbitantes de dinero en sus cuentas bancarias y una gran cantidad de asistentes y seguidores, al señor Muselman no le bastaría más que pedir la hora para que alguien, fuera quien fuera, se la suministrara de manera gustosa y acomedida. Por eso mismo nosotros nos permitimos pensar que la permanencia de aquel reloj de arena sobre aquel escritorio de fina caoba, puede, quizás, tener algo que ver con aquella famosa sentencia que reza que en occidente las personas poseen los relojes mientras que los orientales, por su parte, son los dueños del tiempo. O quizás, seguimos divagando, aquel reloj represente la proyección de un gran mar de estrellas y sus respectivas evoluciones cósmicas, en medio de una noche que de una u otra forma solo es visible para el alma, para el alma de las cosas y para el alma humana, y de esa forma dicha noche siempre resulta mística y anacrónica. O quizás, simple y llanamente tener aquel reloj de arena sobre su escritorio no sea para el señor Muselman más que una forma de restarle importancia al tiempo mientras que se le concede una cierta importancia. Una forma muy curiosa de engañar al tiempo en definitiva. Una forma de engañar al último quid de la existencia.

—La razón por la cual estoy aquí, amigo Muselman, es porque quiero pedir tu colaboración —dijo Miguel Montalbán Maffla mientras observaba la arena caer en uno de los extremos del reloj ya mencionado.

—Es un gusto realmente enorme para mí tener a alguien de tan alta importancia en este lugar —comentó Sergio—. Pero dígame, señor Montalbán, ¿en qué puedo colaborarle exactamente?

—Verás, he escuchado de muy buena fuente que tienes un don muy particular. Para ser más preciso, he escuchado que usted tiene el don de soñar con el futuro.

"La verdad, para serte sincero, es que puedo soñar con una gran gama de colores, y de formas, y de vivencias proféticas, como si todas esas cosas no fueran sino un río que fluye incansablemente sobre la ineludible corteza del tiempo. Sí, con muchas de las esencias de la realidad puedo soñar, menos con los aromas", esas fueron las palabras que no hace mucho el mismo Sergio le dijo a una de sus más ardientes enamoradas la cual siempre llevaba su sonrisa envuelta en un extraño e hipnótico manto de seducción rampante y primigenia.

—Según veo, has de haberme investigado de forma minuciosa y exhaustiva.

—Claro que sí.

Aquella reunión se estaba desarrollando tal y como Sergio la había soñado la noche anterior. Tal y como su consciencia, o más bien ese complejo universo de significados que es su inconsciencia, se había adelantado al tiempo. Sergio nunca ha pensado que el tiempo sea una flecha, tal y como se le imagina usualmente a dicha entidad, sino un conjunto sin forma definida de millones y millones de flechas, las cuales, en ocasiones, suelen chocar las unas con las otras. Pero lo realmente importante es que allí estaba Montalbán Maffla, y el famoso cantante de música pop, Sergio Muselman, sabía que de nada le serviría negar que podía ver el futuro en sus sueños. Montalbán estaba allí, lucía una camiseta ajustada por la misma musculatura y complexión del personaje, y sobre ella un arnés con varias armas. Así lo había visto Sergio en su sueño de la noche anterior. Montalbán, a todas estas, es conocido por ser el comandante y representante indiscutible de la más importante organización militar y de inteligencia a nivel mundial.

De las inercias de la piel a un mar de constelacionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora