Los personajes pertenecen a la fantástica Hinako Takanaga pero yo los haré madurar un poco más su relación, pues me muero porque el sensual tirano comprenda que el amor es algo irrepetible.
El corazón de un tirano:
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Morinaga Tetsuhiro, el hombre que toda su vida aguardaba por migajas de amor, siempre en segundo término desde pequeño, pues al nacer en segundo lugar, sus padres tenían por favorito a su hermano mayor Kunihiro. Más adelante cuando su primer novio lo rechazó, también fue con una justificación similar, puesto que aquél joven, Junya Masaki, estaba enamorado de Kunihiro. De esa forma Tetsuhiro creció entendiendo para sí mismo que no era merecedor de la felicidad, que el amor era algo de fantasía, una ilusión.
Las malas experiencias lo volvieron una persona adicta a relaciones imposibles, pero curiosamente el destino lo envolvió en una relación que de imposible se tornó posible a medias, puesto que su enfadoso sempai de la universidad, un hombre recalcitrantemente homofóbico, terminó en la cama con él por un error que posteriormente los haría tener una extraña relación amorosa. Sin duda nunca fue el final feliz que cualquiera esperaría, a razón de que cada ser humano merece y anhela dentro de su corazón recibir un afecto incondicional puro, lleno de matices, aunque también con dulzura y besos, sin olvidar las bellas palabras «Te amo» «Te quiero» dichas una infinidad de veces, casi como costumbre pero sentidas cada vez que son dichas. Desafortunadamente para ese joven de cabellos azulados, nunca había logrado recibir esas palabras de la boca de la persona más importante para él, un chico de cabellera larga, rubia, con anteojos redondos y su ceño fruncido: su sempai Tatsumi Souichi.
Con la navidad próxima, las calles mostraban todo tipo de lucecitas de colores, árboles de navidad por todas partes en distintas versiones, y un sinfín de parejas acarameladas en las calles, tomando fotos juntos en besos, abrazos y sonrisas por doquier. Todos menos el chico de cabellera azulada, que caminaba al lado de su sempai buscando un lugar para comer juntos luego de un día de exhaustivo trabajo en el laboratorio. La imaginación de Tetsuhiro sobresalía de cualquier otra habida o por haber en el mundo, tan sólo por vivir resignado a recibir poco amor no era justificación para sentirse infeliz, siempre imaginando cosas bellas entre su sempai y él haciendo cosas comunes en pareja como los besos públicos, comer de los palillos del otro e incluso solía imaginar la confesión de amor más dulce, casi salida de una novela de amor. Esa declaración de amor la había recreado un millón de veces ya, la primera de todas en la escuela con su sempai llevando un ramo de flores, otra de ellas en su cama mientras dormía interrumpido por una confesión durante el sexo, incluso lo había fantaseado en universos mágicos en los que lo imaginó como un sensual vampiro, un superhéroe, un demonio y muchas otras más que simplemente podían alegrar su vida lejos de la realidad que solía ser bastante cruel en ocasiones, puesto que había recibido rechazos con golpes, patadas y miradas de fastidio.
Muchos podrían creer que esa relación destruiría los sentimientos de Morinaga con el paso del tiempo, sin embargo nada lo hacía liberarse de ese amor a medias, ya que él hombre de sus desvelos de aparente frío interior, portaba también un corazón solitario, necesitado de amor y de compañía; reluciendo en algunas ocasiones especiales en las que se mostraba entregado, deseoso y lleno de sentimientos dulces hacia su asistente. Razón por la cual todo el tiempo las pequeñas cosas bellas alimentaban las fantasías, manteniéndolo atento de complacer los caprichos de Tatsumi con tal de recibir un poco de afecto. Cada vez que su corazón flaqueó ante las expectativas de vivir con su sempai, surgían las palabras que lo detenían de abandonarlo «Quédate conmigo». Esa simple frase lo mantuvo más que satisfecho, eso y los escasos besos en los que su sempai tomó la iniciativa.
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El corazón de un tirano
FanfictionLa navidad ¿Qué es? ¿Por qué es importante? Acompáñenme a mirar a los personajes demostrarnos la dulzura del amor.