Capitulo XXV

2.7K 162 116
                                    

¿Mal humor? Si, y mucho. ¿Estrés? No merecía la pena estresarse por aquello, sin embargo, el morocho estaba al borde de hacerlo. ¿Angustia? Ciertamente llorar y angustiarse por algo como aquello era bastante tonto pero otra vez, el pelinegro estaba al borde de hacerlo.

Guillermo y Samuel iban a salir aquella noche, en forma de despedirse de Los Angeles, quién sabe cuándo van a volver. Guillermo entonces, refunfuñaba fastidiosamente en el baño porque la chaqueta que iba a ponerse ya no le cerraba. Si nos vamos a poner a listar todas las cosas que ya no le quedaban al morocho, tendríamos una lista bastante grande en realidad, pero aquella chaqueta le fastidiaba especialmente porque era la única que tenía que no era ni muy formal ni muy casual. Era perfecta y ya no se la podía poner.

Se puso entonces de perfil frente al enorme espejo y miró su vientre, apenas cubierto por un jersey y debajo de este, una camiseta de mangas largas. Lo acarició con ternura, sin sentir ningún movimiento por parte de la bebé, y lo miró directamente, aún sin creer lo rápido que estaba pasando el tiempo, como se le iba de las manos. En un abrir y cerrar de ojos tendría a su pequeña en sus brazos, llorando y quejándose, y luego regalándole hermosas sonrisas. Luego la vería caminar y correr, hablar, y luego crecer. Tenía miedo de que el tiempo pasase tan rápido, de no darle importancia a aquellos momentos bonitos con la familia que la vida te regala, y que cuando ya fuera tarde, arrepentirse, queriendo volver el tiempo atrás.

- Te amo, bebé. - le susurró, acariciando su panza apenas un poco más crecida con ambas manos. - Aunque esto es culpa tuya. - le dijo riéndose solo, tratando de juntar ambos bordes de la chaqueta de cuero negra que llevaba puesta, chaqueta que no cerraría.

Tomó una bufanda a franjas rojas y amarillas y la acomodó en su cuello, dejándola colgar un poco sobre su vientre para camuflarlo si es que podía.

Aún estaba ciertamente frustrado por no poder cerrar su chaqueta. Sabía que tenía que comprar ropa urgentemente o en su defecto, usar la de Samuel.

Soltando un bufido que resonó en las paredes blancas del baño, se decidió por dejar la chaqueta abierta, a sabiendas de que no va a poder cerrarla por más que lo intente y se dedicó a cepillar sus dientes con una cara de desagrado monumental. Si sumamos su carácter naturalmente fuerte con las hormonas altas de un embarazo, junto con que tu chaqueta favorita ya no cierra, resultará en esto, un joven de ojos rasgados y mejillas abultadas refunfuñando en su baño.

- ¡Apúrate, Chiqui! - le llamó Samuel desde fuera del baño, acomodando las mangas de su camisa blanca impoluta. Tenía que dejarlas de forma decente y sin usar sus *gemelos.

- ¡Ya voy! - dijo de mala gana, con su voz grave totalmente inentendible gracias al dentífrico y ya de paso, escupiendo un poco en el enorme espejo, dentífrico que no se iba a tomar el trabajo de limpiar. Enjuagó su boca solo con agua y como toda persona, sonrió ante el espejo, ahora manchado, corroborando que sus dientes hubieran quedado bien limpios. Ahora sí, salió del baño, tratando de quitar de su rostro aquella expresión de enojo pero no obteniendo demasiados resultados.

- ¿Ya estás listo, Chiqui? - le preguntó Samuel, pasando por alto su cara de disgusto entre tanto nervio que sentía.

- Ahá. - respondió Guillermo con suavidad, guardando su teléfono y su billetera en el bolsillo trasero de sus pantalones color caqui rectos, sostenidos en sus caderas por un cinturón color café oscuro, de cuero. Metió sus manos dentro de los bolsillos delanteros del pantalón, aún algo frustrado por la estupidez de lo de su chaqueta, y se paró, sosteniendo el peso de todo su cuerpo sobre su pierna derecha.

- Vámonos entonces. - dijo el mayor, ocultando una corbata en el bolsillo de su chaqueta y tomando la mano de su novio, obligándole a quitarla del bolsillo, para salir de la habitación. Samuel estaba nervioso, pero tenía que ser capaz de confiar en si mismo de una vez.

Historia de Vida - Wigetta MPREGDonde viven las historias. Descúbrelo ahora