Ni siquiera pude permitirme pensar en lo extraño que se comportó Catherine, jamás creí que me fuera a hablar y hoy de la nada me invitó a comer. Lo que pasó hoy en el zoológico ameritaba un buen castigo al llegar a casa, incluso podía ver el humo salir por las fosas nasales de Tío Vernon, que de por sí sé encontraba molesto por verme hablando con Catherine, también notaba que las venas en el cuello de Tía Petunia estaban tan marcadas que podía jurar que explotarían si seguía así, supe de inmediato que pensaba en que castigo ponerme. Dudley por otro lado no había dicho ni una sola palabra en el transcurso del viaje de vuelta, con suerte lo que sucedió con la pitón lo dejaría sin habla por el resto del día.Al llegar a casa Tío Vernon bajo del auto hechando humo por las orejas y azotando la puerta de su amado carro, después bajo Dudley y por último Tía Petunia. Me quedé unos minutos en el carro disfrutando los últimos momentos antes de ser castigado y en ese lapso mire la casa de en frente, justo en el momento en que una lechuza pasó volando.
Tío Vernon ya había abierto la puerta de la casa y me esperaba en el marco de la puerta con los ojos encendidos de irá, baje del carro y cerré la puerta dándome tiempo, al estar frente a su gélida mirada me detuve pero no por mucho, su gorda mano me tomo del brazo con fuerza y me metió a la casa dando un portazo.—¡A tu alacena! —exclamó Vernon dando enormes zancadas. A mí costado Dudley reía disfrutando cada segundo sin importarle lo mojado que se encontraba.
Tío Vernon me aventó a la alacena en la que dormía y cerró la puerta con fuerza, después pude escuchar sus pesados pasos alejarse. Ya era costumbre que ellos se molestarán por las extrañas cosas que sucedían a mi alrededor, así que sin sentirme mal comencé a jugar con los soldaditos viejos de Dudley.
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Asistir a clases no era precisamente algo le importara a los Dursley, por suerte tan solo quedaban cuatro días de clases, después comenzarían las vacaciones y más tarde entraría a la secundaria, el alivio me invadió al saber que a Dudley lo inscribirian a un colegio privado, lejos, muy lejos de mí. También pude escuchar a Tía Petunia hablar sobre el viaje que harían para conseguir los útiles de su pastelito, por supuesto que no significaba nada bueno para mí, solo quería decir que la Sra. Margareth me cuidaría, jamás me dejarían solo en la casa, está mujer vivía al lado con su gato, una bola de pelos que gruñía y arañaba, siempre me sentaba en el sillón y me ponía a ver sus novelas.
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Lamí mi dedo índice y cambie la página del libro, trataba de concentrarme pero era difícil con el parloteo que había en la cocina. Me acomode mejor en el sillón, fruncí el ceño y arrugue la nariz.
—No puedo —suspire dándome por vencida. Deje el libro en el sillón y fui a la cocina a ver que sucedía.
No me sorprendió ver a Sara espiando a los Dursley por la ventana que daba vista a su casa, y mucho menos ahora. Los días que faltaban para que me fuera lejos de aquí, a casa de mis... padres, cada vez eran menos y eso había logrado que Sara se pusiera más nerviosa, su investigación acerca de la maldición se vería interrumpida y pronto volvería al Ministerio, entregaría sus descubrimientos y seguiría trabajando como lo hacía antes de conocerme.
—¿Qué haces? —pregunte dandole un susto y ocasionando que golpeara su cabeza con el cristal de la ventana. Sara se volteo hacia mí y entrecerro los ojos molesta, no pude y solté una pequeña risa.
—Ven —me alentó. Dudosa, rodee la mesa y me acerque a ella—. Escucha —susurro; con un corto movimiento de varita que hizo Sara -cosa que me hizo sentir intranquila- logró hacer que pudiera oír más allá.
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Mi Unico Propósito (Harry Potter y tu)
Teen Fiction- ¿La historia de Harry Potter? -inquirió una anciana, analizando las facciones del joven sentado frente a ella. -Así es... Si no le molesta -respondió con serenidad. La anciana acomodó sus gafas. El joven sin duda era extraño, su cabello alborotado...