Memories (Crónicas De La Orden Universe) ((One-shot/Historias Cortas))

La razón

(Recuerdo de Blanca Niveice)

Principios del siglo XX. Alemania.

Mi nombre es Meyrin. Tengo... bueno... cerca de un siglo de edad. Soy una mujer de ojos azul hielo, cabellos blancos como la nieve, piel pálida (aunque la disimulo con un hechizo para no llamar la atención) y aspecto joven; pues dejé de envejecer entre los veinte y veinticinco años, no recuerdo cuando sucedió. El caso, es que he vivido muchas vidas. He luchado en muchas guerras, o eso se supone, pues siempre se trataba la misma guerra, los mismos aliados, los mismos enemigos y por supuesto, el mismo líder (al que todos seguíamos ciegamente por alguna razón incomprensible, como si algo superior nos forzara a ello); pero en una época y un escenario diferente. Una guerra terrible y sin sentido cuyas razones tampoco están claras. Una guerra de la que según los vagos recuerdos de mi vidas pasadas, he luchado con valentía, pese a mi disgusto natural por la violencia y la sangre.

Morí y renací varias veces, como la elegida del hielo de una organización apodada por los mundos ajenos a este como La Orden, fundada por un antiguo monarca demoníaco y sus posteriores reencarnaciones, cuyos miembros cada uno dominaba un elemento y un arma distinta.

Cada elegido tenía una especialidad, a veces incluso una raza; la mía era el hielo. No era mortal, y apenas me quedaba algo de humano. Ni siquiera puedo decir que estuviese lo que se dice "viva". Era una Yuki-Onna, el espíritu de una mujer que murió en la nieve hecho Yokai. Era prácticamente una especie de criatura cercana a la muerte y pariente de los demonios que tenía un poder casi absoluto sobre el elemento del hielo, para darme a entender. Y como mis compañeros, había nacido como humana y sido mortal hasta los dieciséis años, cuando mi poder despertó y mi cuerpo cambió a lo que me había convertido aquella vez, en mi primera encarnación. Aquello era una maldición, no importaba cuando y donde naciera, siempre llegada a esa edad, me convertía una vez más en esa cosa, y mi estado era similar al de un espectro. Mi cuerpo era físico, o al menos podía serlo si lo deseaba, pero era frío como la nieve del Ártico, y cuando no, un simple espectro hecho de nieve y niebla. No necesitaba respirar, ni comer, ni dormir. Ni siquiera poseía sangre dentro de mi cuerpo. Todo lo que poseía mi cuerpo, era maná (energía mágica), lo único que me mantenía con vida. Tenía sus ventajas, claro: era invulnerable a la mayoría de las causas mortales. Ningún arma o enfermedad podía hacerme ni cosquillas. Lo único que podía matarme era un arma mágica o algo creado mediante ella. Pero por supuesto, también tenía inconvenientes. Horribles inconvenientes.

No podía sentir nada. Ni el viento en la cara, ni la lluvia sobre mi piel. Tampoco siento el calor de la piel de otra persona. No puedo tener hijos. No puedo vivir una vida normal, ni siquiera para los seres sobrenaturales. Lo único que sé que siento (vamos que si lo sé)... son emociones. Sentimientos que muchas veces, solo agrietan más y más mi helado corazón. Era justamente lo que mi nombre indicaba. Una mujer de nieve. Hecha solo para combatir en estúpidas guerras. Condenada a la soledad.

...

O al menos eso creía, hasta que lo conocí a él.

Sí... a él. Hagen.

No estaba segura de su nombre real, pues él era incluso más antiguo que yo. Y como era costumbre en nosotros, cambiamos de nombre dependiendo de la época y el lugar en el que estamos. En esta era nací como Meyrin Midford, pero mi primer nombre era japones. Desconocía su nombre original, pero yo lo conocía como Hagen Diederich, había adoptado un nombre alemán en oposición a nuestro líder, que había nacido en la realeza británica de la época. Él era alto, de cortos cabellos dorados y ojos azules como el cielo despejado. Su atractivo masculino era algo que no podías ignorar... algo que me llamó poderosamente la atención la primera vez que o vi. Era un ser luminoso, un verdadero ángel y él... bueno... él era... es... el la mano derecha del líder de nuestros enemigos. El sumo e indiscutible general de la Armada