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La mejor manera en la que puedo describirla es en tonos rosa.
El atardecer, que hoy, especialmente tiene un rosa tímido, que trata de esconderse entre las nubes.
Me dirigía a su casa, después de habernos separado de una manera tan inhumana, nos necesitábamos el uno al otro, con tanta intensidad. Necesitaba tenerla junto a mí.
Llevaba unos claveles tan delicados como ella, eso la haría feliz, la completaría y compensaría las ausencias.
Cuando ella abrió la puerta, vistiendo el suéter que le había regalado hace años, cierta emoción me recorrió por el cuerpo.
Sus ojos, cansados, brillaron al verme.
Sus labios esbozaron una sonrisa, esos labios delgados y suaves, que se encontraron con los míos en cuestión de segundos, sus labios muerden los míos con fuerza, aferrándose, nuestros labios se unían, se rogaban el uno al otro.
Su lengua entro en mi boca, interfiriendo en nuestro beso de una manera insaciable.
La misma lengua hablaba sobre cuanto me había extrañado, esa lengua repetía que me amaba, esa lengua me invito a entrar y a probar el vino, como en los viejos tiempos.
De todos los tonos de rosa, los de su boca son los mejores.
Nos la pasamos besándonos bajo la luz tenue de la sala, para luego subir a la luz neón de su habitación.
Y los libros y poemas seguían tirados por todo el piso, su guitarra seguía recargada en la ventana y yo dejé los claveles en la cómoda.
Todo por los viejos tiempos.
La había visto desnuda antes, pero esta vez, mostramos de que estábamos hechos, no dejamos que nuestros cuerpos se marchitaran.
Me arrepentí de haberla abandonado, quise olvidar lo difícil que era nuestra situación.
Y ella me lo permitió.
Entrelazamos nuestras almas, besé cada lunar, cada marca, cada cicatriz, cada tatuaje de sus brazos. Ella besó mis miedos, dudas y arrepentimientos.
Besarnos la pena tomó una noche de verano completa.
Y cuando desperté, ella seguía ahí, las luces rosa neón seguían encendidas y el mundo no se había detenido por nosotros, ni por nadie.
Y su cuerpo seguía a mi lado, su cabeza en mi pecho. Acaricié su cabello con delicadeza.
Y la miré, como si nunca antes la hubiera mirado, porque no quiero olvidarla.
Aunque la tenía a un lado, estaba triste y solo.
Aunque ella había aceptado mi compañía por una noche, no me necesitaba.
Porque no todos los tonos son rosas, también son grises.
La mejor manera en la que puedo recordarlo es en tonos grises.
Las calles calles de la gran ciudad sin ella, sin tratar de sorprenderla ni de decepcionarla.
El muro de preocupaciones que habíamos construido con deseos irreales.
Los cigarros ocupando el espacio que antes ocupaban sus labios en los míos todos los días.
Todo lo que habíamos perdido, que estamos vivos y nos estamos desperdiciando.
El cielo de Londres y su infinita tristeza al vernos separarnos el uno del otro.
Nuestras cicatrices, las cosas que no podemos nombrar y los celos.
Mi adicción como mi prisión y la manera en que ella hace que me sienta un perdedor.
Los nombres de las chicas aburridas con las que la engañe durante mi desaparición.
Mi desaparición por semanas
Mi personaje: el desalmado, egocéntrico e idiota deprimido.
Mi necesidad de su cuerpo, la mitad de ella.
Me di cuenta de que la vida es un recuerdo infinito.
Me sentiré incompleto cuando me alejé de ella de nuevo, porque solo me quedará soñar. Soñar con que alguna vez la hice feliz, con que alguna vez ella pudo ayudarme.
Ella seguía durmiendo.
Se veía tan hermosa durmiendo, tan inconsciente, tranquila y feliz. No había arrepentimiento en sus párpados y eso me hizo ilusionarme.
No quería verla de nuevo.
Jamás la vería de nuevo, jamás la tendría para mí otra vez, no habría un día rosa próximo.
Solo habrá recuerdos grises y cielos nublados en ciudades gigantes y solitarias.
No le dije absolutamente nada, no la desperté, no dejé ninguna nota, solamente le di un beso en la frente y apagué todas las luces neón, que seguían encendidas a pesar de ser de día. Ni ella ni yo las necesitábamos.
Me la imaginaba despertando cuando me fuera, rogándole al silencio que no me vaya de nuevo. Espero que pueda recordar todo lo que yo pude después de tenerla entre mis brazos.
Confiaba en que ella me odiaría al despertar y no gastaría su tiempo en buscarme.  Así era ella, estaba seguro de que nunca le importó perderme por unos días. Pero nos encantaba victimizarnos.
No éramos nada.
Así que me fui, sin darle lugar a explicaciones ni despedidas.
Ahora solo podré describirla en tonos grises y rosas, como aquella luz que nunca apagaré, aunque no la necesite.

I like it when you sleep, for you are so beautiful - yet so unaware it.Where stories live. Discover now