AUGURIO CARMESÍ

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Esta narración tiene comienzo en un día frío como aquella noche del día de brujas en el pueblo Meet Town donde ocurrían muertes desconocidas durante ese día, pero el caso que más destacaba era la gran incógnita de la desaparición de la señora Gabrielle Edwards. Era una mujer muy lúgubre envuelta en un aura de soledad, esta mujer tenía un sin fin de encuentros y rituales satánicos en el sótano de su casa; la gente creía que estaba poseída por algún ente maligno, puesto que sus ojos había oculto cierto grado de miedo, un reflejo hasta los más grandes miedos y pesadillas situados en lo más recóndito de la conciencia.

Gabrielle Edwards era una mujer muy extraña, se la pasaba entre miradas perdidas, mirando hacia la nada. Como una bestia esperando el momento justo para atacar.

Las autoridades estaban perplejas de una novedad como lo era su desaparición puesto que era una persona retraída y solitaria... Era casi invisible.

Habían marcado un perímetro alrededor de la casa de Gabrielle Edwards, lo que encontraron en su casa fue algo atroz.

Los oficiales irrumpieron en aquella casa para ver qué le había pasado a la señora Edwards; al entrar revisaron minuciosamente la casa, pero no se encontró nada ni siquiera se encontraron indicios ni posibles lugares en los que podría estar, buscaron hasta encontrarse con una puerta grande de hierro reforzado lo cual era raro ya que la señora Edwards no era una mujer que por su condición física no parecía tener fuerza alguna; los oficiales decidieron revisar adentro puesto que era la puerta del sótano, pero al parecer la puerta tenía una especie de energía que hacía sentir mal a las personas que la tocaban, era como si el cuerpo estuviera en las llamas del averno ya que sentían que algo les quemaba por dentro o incluso caían de una manera inesperada al suelo.

Los oficiales de la policía local del condado Meet Town decidieron abandonar el lugar para pensar una forma de entrar al sótano y se preguntaban qué era lo que había en ese lugar de la casa.

Eran las 6:00 de la mañana, estaban en época de terror donde el 31 de octubre salen los demonios internos de las personas; esa mañana se habían reportado varios suicidios como lo eran gente ahorcada en los árboles, decapitaciones; pero lo que sin duda era un acto de barbarie fue una especie de crucifixión a un gato pero el crucifijo estaba el revés y el animal tenía varias rupturas en el caja torácica dejando ver sus órganos internos.

Esto para los oficiales de policía era una atrocidad, era una imagen del mismo caos, de la perversión de la mente humana. Los oficiales de policía no tuvieron más que hacer los levantamientos posibles de los cuerpos sin vida de las personas que se habían suicidado, pero lo que era curioso es que las personas que habían sido decapitadas de manera misteriosa no se les encontraron las cabezas. Esto era algo intrigante porque nadie sabía quiénes eran por que no pudieron reconocer los putrefactos cadáveres encontrados en el Este de Meet Town. Los oficiales al entregar los cuerpos a los médicos forenses estaban de camino a la estación de policía que quedaba a dos cuadras de la plaza Breathless, era una plaza en honor a las fundadoras estirpes del año 1874 y había una inmortalización del principal padre fundador de Meet Town, Sanborn Pietro Lenkova.

Una patrulla recorrió los alrededores de la plaza cuando de repente escucharon los gritos de pánico de una gran multitud alrededor de la estatua pero los oficiales no podían ver bien puesto que los árboles y la niebla no permitían ver nada, a los oficiales se les hizo extraño; eran las 8:00 de la mañana y tenían que seguir indagando acerca de la misteriosa desaparición de la señora Edwards así que decidieron apresurarse, fueron a ver lo que pasaba en la plaza primero. Dado a que el alboroto era estridente... Cuando llegaron vieron las cabezas de los cadáveres que habían sido decapitados, pero estas estaban clavadas en el asta de la bandera que sostenía la estatua de Sanborn Pietro Lenkova, la policía al ver tal monstruosidad se quedaron paralizados por el pánico de aquella imagen tan perturbante.

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