Capítulo 2

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-Hola.

Albert pegó tal salto de la silla que poco más y se parte la cabeza contra el borde del escritorio.

Delante de él se encontraba un chico que no había visto en su vida. Era más o menos igual de alto que Albert, puede que un poco más bajo, con los hombros ligeramente encorvados. Pero lo que más destacaba era su pelo largo, atado en una coleta baja algo desgarbada. Era lo que se conocía como un "perroflauta de manual".

-¿Quién eres? ¡¿Cómo has entrado!?- Gritó totalmente asustado, aún sin levantarse del suelo.

-Oye, ponte tranquilo.- El intruso dio un paso al frente.

-¡No te acerques!- Y empezó a tirarle cualquier cosa que tuviera a mano: unos cuantos libros, carpetas, zapatos...

-¿Qué cojones estas haciendo? ¡No voy ha hacerte dañ...- Pero la frase fue interrumpida por el propio Cubo de Rubik dándole un golpe seco en la frente- ¡Au! ¡Para!

-¿¡Qué quieres de mi!?- Lo dijo con un diccionario en la mano, con el brazo extendido en un gesto amenazante.

-¡Concederte dos deseos!

-¿Qué?- De todas las respuestas posibles, esa era probablemente la que menos esperaba. Se levantó del suelo antes de seguir hablando- ¿Qué quieres decir con eso?

-Albert ¿pasa algo? ¿por qué gritas?- Era su madre, abriendo la puerta de su habitación.

-¿¡Qué por qué grito!?- Preguntó retoricamente mientras apuntaba a aquel chico extraño, como si no fuera evidente.

-No puede verme; solo me ves tú- Se apresuró a contestar el desconocido, a lo que Albert reaccionó con una mirada fija de total desconcierto.- Deja de mirarme así, que se va a pensar que se te ha ido la cabeza.

-¿De qué estas hablando, cariño?

Albert no daba crédito. ¿Cómo que solo podía verlo él? ¿¡Se había vuelto loco de verdad!?

-Nada mamá.- Respondió, saliendo del shock.- Creía haber visto emm... algo... pero no... me he confundido.

-¿Eres siempre así de malo mintiendo?- Volvió ha hablar el chico, divertido. Albert decidió ignorarle.

-¿Estás bien, Albert?

-Totalmente.- Lo acompañó con su Sonrisa Falsa™. Siempre la ponía inconscientemente cuando se sentía incomodo.

-Bueno, si necesitas algo estoy abajo...- Y salió, por fin, no muy convencida.

-Todo este espectáculo podría haberse evitado si no hubieras reaccionado como un histérico.- Comentó, una vez los pasos de la madre de Albert dejaron de escucharse bajando las escaleras.

-Más bien todo este espectáculo podría haberse evitado si no hubieras aparecido por mi espalda sin previo aviso. ¿Me vas a explicar quien eres y de que va esto?

-Me llamo Pablo; Pablo Iglesias. Ah, y soy un genio.- Lo dijo de manera casual, como si todos los días a Albert se le presentaran con esa premisa.

-¿Un genio?

-Sí, un genio. De esos que conceden deseos y tal. Como el de Aladdin; solo que más guapo.- Al ver que Albert no se reía de su broma, pensó que tal vez no sabía de que le hablaba. Era mejor pensar eso a aceptar que no había tenido gracia.- ¿O es que no has visto Aladdin?

-Claro que he visto Aladdin. Y deja de vacilarme, por favor.

-Veo que salir por arte de magia de un Cubo de Rubik y la imposibilidad de tu madre de verme no son pruebas suficientes.

Como deseesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora