Capítulo 5

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-¿Puedes recordarme una vez más qué hago yo aquí?

Albert y Pablo se encontraban andando por la calle, ya decorada con luces navideñas debido a la proximidad de esas fechas; y el segundo no parecía tener muy claro que pintaba él en toda esa historia.

-Tengo que alquilar un traje para la fiesta de cumpleaños de Inés y necesito la opinión de alguien.

-¿Y por qué ese alguien tiene que ser yo?

-Porque ninguno de mis padres podía, y no iré con Inés a por la ropa que voy a llevar en su fiesta.

-Ponte el móvil en la oreja.

-¿Qué?- Le sorprendió la orden repentina.

-Que te pongas el móvil en la oreja; para que parezca que hablas con alguien. Te recuerdo que soy invisible a ojos de los demás, y supongo que no quieres ser el loco que habla solo por la calle.

Se sacó el teléfono del bolsillo y se lo acercó al costado de la cara, tal y como le había propuesto el genio.

-¿Así mejor?

-Ni punto de comparación.- Pero Albert se sentía más idiota ahora que antes; el hecho de que le costara asimilar que Pablo solo era visible a sus ojos debía tener algo que ver.- ¿Los pijos siempre vais de traje a los cumpleaños?

-Sus padres han preparado una cena con toda su familia.- Explicó.- Y el restaurante donde has reservado no es precisamente un McDonald's.

-¿Dejas a su hija y te siguen invitando a restaurantes de lujo? Que buen rollito con los ex suegros, ¿no?

-No saben que ya no estamos juntos.

Pablo se paró en seco.

-¿Perdona?

-¿Qué? Inés dice que no es el momento; que no quiere darle disgustos a su madre.

-¿Cuanto hace que rompisteis?- Preguntó, volviendo a reanudar la marcha.

-Un año, mas o menos.

-¿Y en un año no ha encontrado el momento?

-¿Por qué te indignas tanto?- Albert no entendía el enfado del otro.

-La pregunta es: ¿por qué no te indignas tú?- Y Pablo no podía decidir si Albert era desinteresado consigo mismo hasta dar rabia o si simplemente era gilipollas.

-La dejé delante de todo el mundo después de darme el lote con un tío; se lo debo.

-Y que vas a hacer, ¿estar toda tu vida haciendo lo que ella te pida porque "se lo debes"? Ha pasado un año, Albert; debería haberte superado.

-Ese es el problema. No quiero quedar de creído, pero no creo que lo haya hecho. Lleva unos meses no siendo ella misma: está triste, apagada. Ella insiste en que no le pasa nada, pero yo se lo noto; y odio verla así.

-Vamos, que lo haces porque te da pena.

-No me da pena; lo hago porque es mi amiga. Y los amigos están para eso.

-Ningún amigo debería pedirte que fingieras ser alguien que no eres.

Albert volvió a esconder el móvil en el bolsillo, dando por finalizada la conversación. ¿Por qué era tan entrometido? Darle opinión estilística no le apetecía, ahora opinar sobre su vida y decirle como tenia que vivirla, eso sí; en eso era todo un experto. Si es que a veces no lo soportaba.

Pero lo peor de todo era que, en el fondo, Albert sabía que Pablo tenía razón.

Cuando quiso darse cuenta, el genio ya no estaba andando a su lado. ¿Cuanto hacía que había desaparecido? Él y su estúpida manía de irse sin decir nada. Le sacaba de quicio.

Como deseesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora