El tétrico sendero.

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—Hay espíritus de venganza, ellos hasta el día de hoy no tienen nombre, per cuándo por fin estén libres, destruirán cualquier cosa que en su camino encuentren.

Al pasar por la puerta vi que en frente de mí había un gran río, ¿era posible que el siguiente enfrentamiento sea acuático?, es obvio que estaré en desventaja total si es así. Se detuvo justo delante de mí un gran bote de madera de eucalipto, de un color rojo, como la sangre estaba pintado, pero espera, era sangre lo que cubría el bote, estaba siendo navegado por, ¿un esqueleto?, No alcanzo a distinguir, pues tenía un manto negro encima. Aquél ser se quitó la capucha y efectivamente era un esqueleto.

—Vamos, sube— me dijo— Mi nombre es Carón, yo seré quién te lleve a la siguiente sala, soy parte de una prueba, pero tengo que admitir que no soporto la violencia, confía en mí y sube a este bote. Me extendió su mano izquierda, ya que con la derecha tenía el remo.

Algo en mi interior me decía que podía confiar en él, pero solo era una intuición, aún así, hice lo que me dijo.

Así que subí a bordo junto al barquero, no portaba nada en su bote, solo utilizaba un remo, por lo poco que podía ver gracias a la capucha que llevaba, era un anciano delgado, llevaba un antifaz, se le nota amable y refinado. Tenía además una larguísima barba.

— Yo guardo estas aguas y aquellos ríos horribles, cuya suciedad espanta,
Sobre mi pecho me cae desaliñada luenga barba blanca, de mis ojos brotan llamas, una sórdida capa cuelga de mis hombros, prendida con un nudo, yo mismo manejo mi barca con un garfio, dispongo de velas y transporto en ella a los muertos, viejo ya, pero verde y recio en mi vejez, cual corresponde a un Dios. Hubo un pequeño silencio.

— ¿Y eso?— pregunté.

—Fue la descripción que me hizo Virginio Eneida, a mi parecer es muy buena, cada alma que sube a este pequeño barco, se la recito. Hubo silencio por un buen tiempo.

A medida que íbamos avanzando el agua se volvía más oscura, habían cuerpos tratando de subir al bote, los rasguñaban y metían sus manos dentro, pero ninguno lograba subir, suplicaban por ayuda, estoy con la idea de tirarme para salvarlos, pero ¿qué ganaría con esto?, en ese momento Carón me habló.

—Si no quieres seguir, puedes bajar, pero si llegas a hacerlo, no creas que puedas volver, yo no me detendré de ninguna manera, yo sólo he venido a llevarte a la otra orilla, pero no esperes ver el cielo—el esqueleto sonrió de tal forma que la barba se deformó— pues yo solo te llevaré donde hay fuego y hielo. Pasamos un buen rato, no soportaba escuchar aquellos cuerpos que suplicaban piedad y ayuda. Carón se dirigió a mí nuevamente.

—Siempre hay competencia, el cielo nos arrebata almas, además ellos, casi siempre se llevan a los animales, después de todo, pocos son los que realmente cometen maldades, ellos solo subsisten y sobreviven, nosotros, los guías, vemos a los seres en sus últimos momentos, no creas que soy el único, hay muchos como yo, no podría observar las muertes de todo un mundo humano yo solo— apuntó con el dedo hacia su izquierda, había una nube— mira hacia ella, al menos esa alma no nos pertenece, pero debemos observar como muere.

Dentro de la nube había un chico sentado en una banca de color negro.

—El es muy joven— dije— no debe pasar de los 15 años de edad, además se ve muy sano todavía.

—No te fijes en el chico— agregó Carón— mira lo que hay a sus pies.

Debajo del joven chico que visualizaba la nube había un perro, no era muy grande, pelaje negro y pelo con rizos, no tenía cola, pero si sobresalía en él un intento de ella, hecha con cabellos que crecieron dándole tal forma.

—No quiere morir, lucha por no hacerlo, su acompañante le ayuda a eso, mira con atención.

En la nube, el sitio que se veía era un jardín, el chico tenía a su mascota sobre un cartón, le acariciaba la cabeza y le daba agua con una jeringa, el animal se quejaba constantemente, si el chico lo dejaba de acariciar, sus quejidos eran más leves y pareciera que moriría en ese instante, pero al darle caricias, el perro volvía en sí y luchaba, pero sufría mucho y se notaba. Por la puerta que se veía en el fondo entró una mujer.

—Está sufriendo mucho, ¿por qué no lo dejas ir ya?—preguntó fríamente.

—Él no quiere, lucha, la única forma es dejándolo solo, no quiero dejarlo solo, ni dejarlo morir.

—Y ¿por qué no quieres hacerlo?, así acaba su sufrimiento de una vez, los veterinarios ya hicieron de todo, no se le puede hacer nada más, debieron darle la muerte sin que sufriera allá en el veterinario.

—Tal vez tengas razón, pero...

—Pero ¿qué?

— ¿Tú harías lo mismo con una persona?

—Es totalmente diferente, una persona...

—Es lo mismo para mí—dijo el chico interrumpiéndole.

—Ve tú lo que quieras hacer—la mujer se marchó algo indignada.

El chico se quedó a su lado, lo estaba dejando morir, era lo mejor, no lo acariciaba. El perro se quejaba, sus ojos se volvían un tanto blancos, se quejaba cada vez más despacio, el chico aguantaba el llanto, el perro se quejó fuertemente y por última vez, mientras que su hocico expulsaba sangre. Descansa en paz, dijo el muchacho.

Lo más probable es que vaya al cielo, dime, aún falta para llegar, ¿quieres seguir viendo más muertes?

—No creo que sea capaz de hacerlo. Respondí balbuceando.

—Oh, vamos, yo lo hago todo el tiempo aquí, debo hacerlo, esto tal vez...

—Déjalo así—le interrumpí— de verdad que no quiero.

—Queda mucho, tú serás el que se aburra chiquillo.

Cerré los ojos y me tapé los oídos, ya eran insoportables los gritos y sollozos fuera del bote. Cuando ya hubo pasado mucho tiempo, sentí que alguien me tocó el hombro. Era Carón.

—Ya puedes bajarte, hemos llegado— me bajé y apareció una puerta— buena suerte viajero, espero puedas encontrar tu poder Chris. Él se dio media vuelta y yo traspasé la puerta.

El camino de un demonioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora