57: Hermione se revela

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—¡Es Potter! —exclama Draco y apunta con su dedo al lugar donde apareció por un segundo la cabeza de Harry—. ¡Vino! ¡Vino a Hogsmeade! Están muertos ustedes dos —les dice a Ron y al aire antes de salir corriendo.

Crabbe y Goyle bajan la colina detrás de él, sacudiendo los brazos arriba de sus cabezas. En el camino, Crabbe se tropieza con una piedra y cae redondo al suelo, y Goyle se cae al intentar ayudarlo. Bajan el resto de la pendiente rodando como dos bolas de nieve gigantes. Qué gracioso sería esto en otra situación.

—¿Qué fue eso? —me pregunta Cedric, estirando el cuello para ver mejor la escena.

—No estoy segura, debe haber sido un encantamiento, este lugar está embrujado de verdad. ¿Pero viste que no era yo la de las bolas de nieve?

Miro de reojo a Ron. Está hablando con Harry y no tiene idea de que estamos acá. De inmediato me lanzo sobre Cedric para besarlo y él se olvida por un momento de la situación. Mientras nos besamos, caminamos medio a ciegas hasta encontrar un árbol y nos apoyamos en él para estar más cómodos. Luego de un rato, Cedric me saca la boina y yo apoyo mis manos en sus hombros para mirarlo. Ambos estamos jadeando y creo que se olvidó de la cosa ridícula que pasó con Harry.

—Feliz San Valentín, Cedric.

—Igualmente para ti —me dice y esta vez me besa él.

Cuando dejamos de ser terriblemente empalagosos y decidimos que es la hora de volver al castillo como la gente normal, Ron y el aire (alias Harry Potter) ya no están más. En el camino de regreso, vamos juntos de la mano y con mi cabeza contra su hombro.

—La final de Quidditch es dentro de poco —le digo—, nosotros contra Slytherin. Cada tanto tengo una pesadilla y veo que perdemos.

—Deben ganar ustedes. No soportaría ver a Malfoy y a Flint sosteniendo la copa.

—Ni yo. No sé por qué es tan odioso, somos primos, y nunca le hice nada más grave que lanzarle una bota de nieve.

En el castillo, saludo a Cedric para irme a la Torre de Gryffindor, pero él insiste en acompañarme.

—Son siete pisos —le digo—. Está bien que seas atlético, pero siete pisos. Y luego tienes que bajarlos otra vez.

Él asiente y marcha a mi lado de todas formas. Me encojo de hombros y sigo camino. En la escalada, le cuento que desaprobé dos veces en Historia de la Magia y que no sé cómo haré para subir la nota, y él se ofrece a ayudarme.

—No es que sea el mejor en Historia, pero lo de Tercer Año lo recuerdo bastante bien. Empieza con la quema de brujas, ¿verdad?

—Ja, a mí me lo preguntas. Oh, muchas gracias, tengo miedo de desaprobar la materia...

—¡LEYLA!

Estamos solamente en el primer piso y ya tuvimos la primera interrupción. Es Ron otra vez. Ya Cedric no podrá olvidar lo de Harry.

—Leyla, Leyla, tienes que venir, es urgente. Diggory, tienes que prestármela.

Cedric levanta las manos, como si me hubiese estado teniendo presa, y yo lo saludo con la mano mientras Ron me tira del brazo.

—Rápido, rápido...

Llegamos a las mazmorras y Ron pega la oreja a la puerta del despacho de mi papá mientras se lleva un dedo a la boca para que me calle. Como si fuera a hablar ahora.

—¿No crees —escucho que dice mi papá— que pudo haberlo obtenido directamente de los fabricantes?

—¿Quieres decir del señor Colagusano o de alguna de estas personas? —pregunta... ¿Lupin?—. Mmm. Harry, ¿conoces a alguno de estos señores?

Leyla y el prisionero de Azkaban | (LEH #3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora