Saltos temporales.

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Los nervios me consumían, puesto que cada vez quedaba menos para el concierto que teníamos entre manos.

Ésta actividad, la cual fue aprobada con mucho gusto por parte de la directora del centro (cosa que me pareció que se trataba de una broma cuando me informaron de ello), me causaba miedo, terror y como ya mencioné al principio, nervios.

Me ponía nervioso el simple hecho de verme involucrado en este tipo de actividades, y más si no controlaba realmente bien la situación.

A ver, digamos que es como si mando a mi hermana Ámber a China, sin ningún tipo de conocimiento sobre el idioma, y sin tan siquiera por el inglés, que es un idioma muy común. ¿Qué pasaría entonces?
(Que la traerían de vuelta por insoportable.)

Puede que el ejemplo que puse esté exagerado, puesto que yo sé tocar la batería un pelín, no tengo años de experiencia, pero bueno, aunque más me hubiera gustado a mí...

Era imposible darle un hueco en mi vida a la música.

No por mí, porque a mí me encanta.
Ese mundo me hacía desconectar de la realidad, y sumergirme en el ritmo de la música.

El problema eran mis padres, veían que ese mundo que yo ansiaba estaba compuesto totalmente por "actos delictivos".
Y con esto me refiero a las fiestas, los conciertos, etc.
Lo relacionaban con Drogas y alcohol.

Además, ¿Qué pensarían de mí?

Un chico aparentemente aburrido por el simple hecho de adoptar el mando de delegado, involucrado en la percusión de un concierto...
¿Raro, no? Y probablemente puede que incómodo.

Me había pasado toda la tarde dándole vueltas al tema, encerrado en aquellas 4 paredes denominadas comúnmente por mí como "mi infierno", u oficialmente como la "Sala de Delegados".

Habían muchos papeles revueltos entre sí que se dedicaban a adornar mi mesa, también se podía ver un bolígrafo, el cual me había servido como ayuda estas horas puesto que no había parado de golpear su punta contra la mesa en señal de preocupación.

Tal vez era hora de ponerme en marcha e ir a casa, pero, realmente no se me apetecía.

No se me apetecía el simple hecho de llegar a mi casa, en busca de paz y tranquilidad y por el contrario encontrarme a mi hermana y a mi madre a rebosar de preguntas estúpidas e inútiles, y a mi padre presionándome con el tema de mi transcurso escolar.

Realmente, no.

Últimamente había estado llegando únicamente a la hora de cenar, para sólo comer, ducharme y dormir. Y con suerte, esquivar enfrentamientos con mi padre...

Revolví mi cabello, mirando a un punto perdido de mi mesa. Al darme cuenta qué era exactamente lo que en mis ojos habían encontrado, me levanté y la tomé.

Se trataba de una foto, una foto de cuando éramos pequeños.

La foto mostraba a 3 individuos:
Mi hermana, él y yo.

— Wow, ya no me acordaba de esto.-

Comenté sintiendo como la nostalgia se apoderaba de cada rincón de mi cuerpo.
Suspiré con gran pesadez, lanzando aquella foto por la mesa, con la suerte de que ésta no cayese al suelo.

Empecé a rememorar en mi cabeza los tiempos en los que él y yo éramos buenos amigos, y nuestras madres, por raro que parezca, también.

Solíamos pasar muchísimo tiempo juntos, éramos uña y carne, inseparables.

Recordaba que le tenía mucho aprecio, y que más que amigo era hermano.

Pero, desde que llegamos a la secundaria, y él se emancipó comenzó a cambiar, no se le veía mucho el pelo, era más borde, más distante, más introvertido.

A los pocos meses de esos sucesos escuché que se echó novia, una alumna que no pasaba desapercibida por su llamativa vestimenta y su exagerado maquillaje.

Realmente, se les veía felices juntos, ella para él era su musa, su reina, todo. Es más, no recordaba aquella radiante sonrisa que Castiel le dedicaba a Debrah todo el tiempo. Recuerdo que él no solía lucir tan feliz,

al menos no desde que éramos unos renacuajos.


Y para ella, él fue...

¿Qué fue?

Un trozo de papel el cuál garabateó e insensiblemente rompió pedazo por pedazo.

Un método de satisfacción personal, o tal vez un juguete de exhibición a sus amigas, un capricho.

Me ardía, me ardía el simple hecho de que ella nos separase de aquella manera tan miserable, pero aún más me ardía el hecho de que él no me creyese a mí, la persona la cual le acompañó tantos años, y que estuvo ahí para él cuando más lo necesitó.
De que él estuviera ciego por ella, y peor aún, de que él pasase probablemente noches en vela lamentándose, y culpándose, preguntándose:

"¿Qué hice para perderla?"

Me levanté de aquella silla bastante enfadado, dándome cuenta que estaba empezando a ponerme malo con tanto pensar en este tema.

Recogí los papeles que me habían hecho compañía toda la tarde y los metí todos en una carpeta, la cual guardé en un mueble con varios cajones. Más concretamente en el primero.

Salí dándole un leve portazo a la puerta y echándole la llave a ésta misma.

Me puse rumbo a mi casa, algo indignado dando por finalizado este día.

«"El Diario De Nathaniel."» [CDM] [CASTIELXNATHANIEL]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora