VIII.

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Íbamos para los cuatro meses juntos.
Cada vez teníamos más problemas. Desacuerdos que antes solucionábamos pasaron a ser la mayor razón de nuestras peleas. Nuestra paciencia se fue colmando.
Te escuchaba llorando por las madrugadas y te abrazaba sintiéndome mal por hacerte llorar. Hasta el día de hoy sigo sintiéndome pésimo.

Yo decía blanco, tú decías negro.

Yo quería nadar, tú querías volar.

La carta continuaba escondida. Llegué a un punto en el que ni siquiera me acordaba de ella. En mi mente nuestros problemas se habían hospedado la mayoría del tiempo.

—Y luego volvió a repetirme lo mismo de siempre, de lo mucho que mi primo ha triunfado en su carrera como médico y que yo debí seguir sus pasos.

La noche había caído repentinamente sobre la ciudad. El aroma a comida rápida del puesto de la esquina inundaba todo el comedor.
JinYoung contaba su anécdota de la llamada telefónica donde discutió con su madre obteniendo la nula atención de su pareja.

—¿GongChan, me estas escuchando?

—Sí, sí —afirmó sin mirarle, la pantalla de su celular le tenía absorto por los mensajes que le llegaban —. Algo del primo de tu madre que te reclamó.

—No me estás escuchando.

—Lo siento —suspiró levantando la mirada hacia su novio, quien comenzaba a ponerse molesto —. Tuvieron problemas en la galería, se perdieron unas fotos mías y...

—Claro, tus fotos importan más.

La distancia sentimental que nos separaba cada vez se extendía más. La falta de amor y de emoción al vernos comenzaba a sentirse en un ambiente sofocador e incómodo.
Hablamos sobre cómo volver a esos días donde ambos eramos un par de jóvenes ilusionados por formar parte de la vida del otro. Ninguno siquiera luchó por recuperar el amor que un día tanto disfrutamos.
Las cosas se volvieron monótonas, los únicos momentos espontáneos que vivíamos eran durante la noche antes de dormir. Eran pocas las horas que nos veíamos durante el día.

—Dice mi madre que debemos devolverle las sabanas que nos prestó la semana pasada.

Eran aproximadamente las once de la noche. GongChan revisaba sus correos en la computadora mientras JinYoung leía una viejo libro que robó de la estantería de su padre años atrás.

—Ya las he lavado —respondió JinYoung sin apartar la mirada de su libro.

A pesar de la distancia nuestra vida tomaba un rumbo más tranquilo al que no tardamos en adaptarnos. Hasta el día que cierto correo detonó la bomba, arrasando con todo lo que se encontraba en su camino.

—Bien, mañana cuando vaya a la galería pasaré a dejarlas —dijo GongChan cuando un correo proveniente de una dirección desconocida apareció sobre su pantalla —. Quién lo diría, alguien además del trabajo me envía correos.

"Estimado Gong Chan Shik.
En el transcurso del último mes no hemos recibido respuesta a nuestra carta.
Creemos que ha sido un error de la oficina postal. Y para demostrar nuestro interés en su trabajo, hemos enviado un correo electrónico explicando el por qué queremos que venga a trabajar con nosotros a Escocia..."

—Jin...

—Dime.

—¿No llegó una carta para mi en los últimos días?

Intenté negarlo todo, evadir tus respuestas, hacer como si no supiera nada. La culpa se incrementaba con cada mirada y me era imposible concentrarme.
Dicen que tarde o temprano la verdad siempre sale a la luz. Los nervios delataron mi gran mentira.

—¡¿Jin, por qué demonios me ocultaste esto?!

Perdón.
Perdón por todo.
Perdón por lo que hice.
Perdón por no merecer tu perdón.

P e r d ó n ; JinChanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora