El otro día fui a ver a un ángel. Era hermoso, tenía arrugas que podrían contar miles de historias, todas las risas y llantos que ha vivido. Sus ojos brillaban con la misma intensidad, como si su alma fuese un espíritu joven y libre. Su alegría es contagiosa, tanto que acabas feliz solo de ver una sonrisa. Ese ángel, no tenia alas, pero parecía que volaba por los océanos, con la brisa acariciando su cara y el sol calentando su cara. Y cuando el ángel me dijo: "Te he echado mucho de menos. Quiero que sepas que eres mi nieta preferida." Ese ángel era mi abuela, aquella señora mayor bajita, con arrugas de haber sonreído tanto y haber vivido muchas experiencias. Esa sensación que me inundó cuando me dio un abrazo, fue maravillosa. Y, siempre me pregunto porque los ángeles duran tan poco entre nosotros si son lo único que tenemos.