Capítulo 1

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Intuición.


Alisé los pliegues de mi falda, era un horrible día y lo único que me confortaba es que estaba a nada de terminar el instituto. Exactamente este día. Quería empezar vivir la vida universitaria llena de diversión, de la que que todos solían hablar. Aparte de eso también quería con todo mi corazón empezar a estudiar lo que quería, "Diseño de moda", que emocionante era imaginarme a futuro dirigiendo una empresa de aquello que amaba.

Mamá ya decía que sería una mujer exitosa, y papá me veía con orgullo cuando me veía hablar de aquello tan apasionadamente. Tanto que me ofreció estudiar en el extranjero, en Francia si somos específicos. Pero nada era sorprendente si ellos eran dueños de la exitosa Empresa de Arquitectura, con ingenieros muy buen escogidos, y muy pocos socios minoritarios.

Si bien me dolía la cabeza escuchar a mi papá diciéndome que debo casarme por conveniencia para que maneje la empresa, apreciaba que no me obligara estudiar aquello que no me llamaba la atención. Y con lo demás, sabía que en su momento lidiaría con ello.

Salgo de mi ensoñación cuando mi amiga me da un codazo.

—Deja de pensar tanto o nos llevarán con el director de nuevo.

—Te angustias por nada Arlette. –susurré.

No soportaba el encierro, me desesperaba ver el reloj en la pared y sentir que el tiempo no avanzaba, y es que ¡ni siquiera la profesora tenía nada que decir si era el último día!, sí ya no teníamos nada que hacer, no le veía sentido que estuviéramos ahí.

Pero como si mis suplicas fueran escuchadas, el timbre resonó por todo el maldito instituto, es que al fin no volvería a esos malditos pasillos. Que agradecida estaba por eso.

No pude evitar reír cuando salimos a toda velocidad del salón, y trataba de agarrar mi bolso con fuerza, porque aunque no pareciera, Arlette tenía mucha fuerza, y me lo demostraba arrastrándome hacia afuera. Pero nadie nos veía raro ya que todos hacían lo mismo. 

—¡Pero es que al fin nos vamos al diablo!

—¡Pero espera que hay que buscar a las demás!

—Oh demonios, es verdad.

—¡Eda!

Volteó hacia el lugar donde proviene esa voz, pero no soy capaz de reaccionar cuando Aileen y Dalia se me lanzan encima, luego somos uno de los tantos grupos de amigas saltando felices por haber finalizado esto.

—Bueno bueno, es obvio que hoy es día de fiesta, podríamos hacer una pijamada en casa de Dalia. –dice Aileen.

—¿Estás planeando algo en mi casa sin consultármelo? –dice la otra, muy poco indignada.

—¡Estás invitada si quieres! 

Me reí divertida mientras negaba, con ellas no tenía caso contradecirlas. 

Las cuatro eramos, tal vez no las populares del instituto, pero sí eramos las más codiciadas, todas de padres y madres multimillonarios, de diferentes tipos de empresas, pero adinerados al fin y al cabo. Y nosotras nos habíamos conocido cuando fuimos enviadas a un campamento de señoritas, aunque al final, nuestros padres supieron que no teníamos remedio, y mucho menos de que saliéramos siendo unas chiquillas que siguieran sus reglas. Luego de aquello, decidieron que hiciéramos todo juntas, porque cuando nos escapábamos, sabían que nos encontrarían a todas juntas en un mismo lugar. 

Pero que inteligentes y pesados eran. 

—Pues a mover los traseros, hay que planear muchas cosas para esta noche, hoy no se duerme.

OscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora