Narcisos blancos, Rosas rojas

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 "La soledad como bella rosa entre un mar de flores sin espinas, Un amor que jamás podrá ser consumado"


Todo caballero de Piscis vive en soledad, es el protector de la última casa y protector dorado de Atenea. Nadie desea el destino de aquellos nacidos en Piscis, pues solo queda un camino de dolor y aislamiento, para proteger lo que tanto ama Atenea, la humanidad.

Albafica estaba consciente de ello, él había sido abandonado entre bellas rosas color escarlata, rosas que si convivían con otro organismo viviente le mataría al instante. Su maestro al encontrarlo decidió criarlo como suyo, entre la soledad que el mismo había escogido, tenía a alguien a su lado, había experimentado el amor paternal aquella que jamás se había imaginado tener alguna vez.

Él y su maestro tenía un lazo el cual jamás podía ser roto, aquella cadena de rosas escarlata que los había unido tiempo atrás, aquel momento en el cual Lugonis de Piscis había muerto para ver el nacimiento completo de un caballero dorado más fuerte, aquel que lo suplantaría en la casa de Piscis.

Aun los recuerdos junto a su maestro lo inundaban, después de haber luchado con Luco el hermano del antiguo Piscis. Aquel que consideraba su padre, por el cual tenían un vínculo más allá de la sangre.

- Seguro, seguro que deseas abandonar la humanidad e ir hacia el camino de Piscis, un camino de soledad ¿está seguro?- aquel hombre imponente estaba frente Albafica, era aquel que le había enseñado el amor paternal.
- Si maestro - aquel pequeño de cabello azul deseaba con todas sus fuerzas llenar las expectativas de un maestro, aquel que era como su padre.
- Te recuerdo Albafica que jamás podrás conocer el amor mientras confinado estés en esta misión de vida – Lugonis realmente no deseaba condenar a la persona que quería como su hijo a esa tarea.
- Ya he conocido el amor maestro, usted me lo enseño - Albafica sonreía con inocencia.
- Querido Albafica – Lugonis sonrió con tristeza – hay tantas clases de amor por la cual los seres humanos pasan, yo solo he podido mostrarte un poco de ello – la mirada de aquel caballero de Piscis estaba cristalina llena de melancolía.
- Con eso es suficiente – la voz de Albafica sonaba imponente.
- El amor paternal fue aquel que te mostré yo querido Albafica, el amor hacia Dios, hacia nuestra Diosa Atenea es impuesta en el momento que aceptas este mandato, falta mucho por conocer - estiro su mano tocando su cabeza.
- No me hace falta, con ello me basta maestro – Albafica había tomado una decisión.
- Claro que con el tiempo conocerás el aquel amor llamado amistad, entre aquellos compañeros que les unirá su amor y lealtad hacia Atenea, pero hay un amor, aquel que jamás podrás tocar al momento de aceptar ser Piscis – el viento hizo que aquellos pétalos de rosas volaran alrededor de ellos.
- No comprendo maestro ¿Por qué dice eso? – Albafica solo podía mirarle confundido, no comprendía a lo que se refería.
- Hay un amor, un amor tan grande que desearas tocarla, desearan ser uno pero teniendo esta sangre la muerte para aquella persona sería inevitable – aquello hizo que Lugonis recordara su pasado.
- ¿Usted lo vivió? – Albafica estaba lleno de curiosidad, no le gustaba para nada esa expresión en el rostro de su maestro.
- Hace tiempo cuando era joven, una mujer que amaba murió en mis brazos- el rostro de Lugonis estaba tenso a punto de que las lágrimas saliera – éramos ingenuos, pensaba que no importaba si no nos tocábamos, podíamos seguir amándonos, pero ella no lo miraba así y en un descuido me abrazo con todas sus fuerza, siendo el último aliento de su vida - el ya no pudo aguantar más, las lágrimas estaban saliendo –ella murió en mis brazos – volteo hacia Albafica – no deseo que experimentes ese dolor, pero el camino de Piscis está lleno de espinas, como una hermosa rosa, reconfortante y protectora, sus espinas pueden causar demasiado dolor hasta aislarte por completo – él le miro con cariño, pues aquel niño era el único que podía tocar, debido que el parecía inmune al veneno de las rosas.
- Aun así maestro, aun así deseo ese camino a su lado – Albafica lloró junto a su maestro, aquel que miraba como su padre.

Cadenas de floresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora