Austin
El humo tóxico del living de Aria me empuja hacia atrás apenas me recibe. Mi cuerpo se siente muy débil tras haber inspirado simplemente una pequeña bocanada de aire. Los ojos me comienzan a lagrimear tanto que debo apretármelos con las manos. Hace años que no venía a este lugar, y honestamente no ha cambiado nada desde la última vez. Todavía no entiendo cómo no la han rajado del edificio, puesto que el humo de este apartamento se escurre hasta por el pestillo de la puerta.
— ¡Pero miren a quién tenemos aquí! —Responde mientras se quita el cigarrillo de la boca y lo tira al pasillo sin ningún tipo de escrúpulos.
No sólo el lugar no ha cambiado nada, sino que tampoco sus modales.
— ¿Qué tal te va, tía? —Digo conteniendo unas tremendas ganas de toser.
— Pues... como siempre —confiesa apoyando una mano contra el marco de la puerta—. ¿Quieres pasar o te vas a quedar parado ahí todo el día?
— Sí. —Respondo mientras me adentro al living. Al atravesar la puerta sé lo que estoy a punto de hacer, sé a lo que me estoy por enfrentar... pero no importa, porque dije que sabría cuando parar. Será sólo por hoy.
Aria parece fría, pero en realidad es una tía muy maja. Simplemente ha atravesado por mucho: su madre murió de cáncer y al poco tiempo su padre decidió suicidarse. Motivos suficientes para que la llevasen por el camino fácil; a consumir. Yo simplemente quería escapar de mis problemas, callar a los demonios dentro de mi cabeza. Irme de este mundo por un rato.
La fiesta de uno de mis compañeros del instituto fue en dónde todo comenzó. Recuerdo esa noche porque fue la primera vez que me había escapado de mi casa. Era apenas un crío y no contaba con la libertad para asistir a ese tipo de lugares, pero en ese entonces no me importaba nada. Estaba en un estado de rebeldía incontrolable. Luego de esa noche, mi vida hizo un giro de 360 grados y conocí el mundo de las drogas. No sé si para bien o para mal, pero al menos me ayudó por un buen tiempo a encontrar la paz que necesitaba y que tanto estaba buscando.
— ¿Qué te trae por aquí? —Dice mientras se prepara un vaso de whisky—. ¿Quieres uno?
— Sí. —Contesto mientras y me siento en el sofá
— Sí. Sí. Sí ¿Hay alguna otra palabra de dos letras que seas capaz de formular?
— No. —Respondo tajante e inmediatamente comienzo a reírme a carcajadas.
— Joder, tío. Tú sí que no cambias más —declara uniéndose a mi risa—. ¿Sabes? Debo admitir que te extrañé todo este tiempo. Toma, bebe —dice mientras me pasa un vaso rebosante de Jack Daniel's y se sienta a mi lado—. ¿Qué te trae por aquí, pequeño?
— Pues, verás... otra vez lo mismo. Necesito despejar la mente por un rato. ¿Tu tendrás algo que pueda ayudarme? —pregunto con una pizca de vergüenza.
— Sabes que sí, Austin —responde y bebe todo el contenido de su vaso—. Pero es una pena que recurras a esta mierda nuevamente si has estado limpio tanto tiempo. Tú que tienes la oportunidad deberías pensarlo un poco más en frío... yo ya estoy un poco vieja y me he entregado completamente. Tú eres joven.
— Sólo será por una vez. Y... Aria, no tengo dinero, ya no vivo con mis padres —admito con la esperanza de que capte mi indirecta.
— Descuida, Austin —contesta entre risas—. No me debes nada. La traeré ahora mismo.
Al principio fue todo muy raro. Casi no me acordaba cómo se sentía estar colocado, pero me gustó. Me gustó demasiado. Poco a poco fui entregándome más, cómo si mi cuerpo se hubiese olvidado de avisarme que parara. Me habré tomado más de la mitad del whisky yo solo, pero no me importaba. No me importaba porque por una vez me sentía tranquilo, relajado... por una vez sentía que los problemas desaparecían tan rápido cómo se me acababan los cigarrillos.
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Mi Casualidad Eres Tú
RomantikUn encuentro que derriba esquemas, porque el amor verdadero no tiene límites. Es una novela para lectores con la mente muy abierta. Dicho esto, y si todavía te crees capaz de soportarlo, te invito a que te aprietes el cinturón y disfrutes del viaje...