Le Noir

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Al borde del llanto recuerdo que lo último que me dijiste fue: "lo siento pero ya no puedo continuar contigo".

Esa fue una noche digna de olvidar, han pasado los meses y yo que me hice el firme propósito de hacerlo, simplemente no lo he hecho.

Tumbado en mi cama, con la luz apagada y la luna colándose por mi ventana pareciera que la imagen vivida de ti aparece, tan clara y tan pura. Como ese día y como hasta ahora salen de mis labios un -Yo aún te amo-.

Tomo un poco de alcohol y lo mezclo con mis lágrimas, escribo estupideces en mi libreta y luego lloro un poco más, no puedo dormir.

No puedo y no quiero, ni dormir, ni olvidar.

Y es que cómo culparte, cómo pretender odiarte, cómo decir que me has roto el corazón, si yo te robe tu tiempo, tus sonrisas y hasta juro sentir haberte arrancado un pedazo de corazón.

Cuando comenzó esta pesadilla a carcomer mi cabeza tú estuviste ahí para hacerme sentir despierto, cuando la razón sentía perderla tú me abrazabas para que pudiera reaccionar, cuando el miedo invadió mi alma, tú tomaste mis manos, las estrechaste junto a tu pecho gentilmente y me diste tu amor. Ahora los días pasan, las medicinas no funcionan, el señor del bolígrafo solo escribe mientras yo me recuesto para espetar dislates.

No puedo pedirte que vuelvas a mí, sería pedir que me acompañaras a caer por un hoyo tan negro y tan profundo como mis pensamientos.

Sentado sobre el sillón negro, con una copa de vino que segundos después sucumbió en mi boca, busque otra botella, pero solo las hallaba vacías, dos, tres o cinco, todas rodeándome, mi mejor público y últimamente mis únicas amigas.

Mire al espejo, me veía terrible, con los ojos apagados y mi cabello alborotado, baje la mirada y esbocé una sonrisa irónica.

Mire de nuevo el espejo, recordando el pasado, lo que fue, lo que nunca sería. Entonces tome conciencia y decidí soltarte, sabes que moriría por ti, que vendería mi alma por mirarte sonreír de nuevo, no vale la pena estar enamorado de un soñador como yo.

Así que cerré mis ojos y con mi último escaso y sano pensamiento te visualice de nuevo, con una visión inmaculada, prácticamente nítida, como la vez que nos conocimos: una mañana invernal, con un frío insoportable, temblaba y mi aliento era gélido, pero tú, con las mejillas sonrojadas contrastantes a tu piel lechosa, tus ojos cálidos y tus labios tan perfectamente contorneados te fijaste en mí y basto una sola vez que pronunciaras mi nombre para que te metieras en mi pecho y quedaras fijo en mi corazón.

Desee con toda mi alma que fueras feliz, que me olvidaras para que no tuvieras que recordar el triste pasado que tuviste conmigo, lo desee con todas mis fuerzas. Alce mi copa vacía hacia el techo, estaba dispuesto a por fin dejarte ir. El llanto quiso desatarse de nuevo, me contuve con todas mis fuerzas y de repente alguien interrumpió.

Ese alguien eras tú, que con desespero llamabas a mi puerta, cuando abrí me dio vergüenza el estado tan deplorable en el que estaba, pero todo se fue a la mierda cuando de nuevo tus cálidos ojos me miraron y tus labios perfectamente torneados espetaron otra vez mi nombre para de nuevo meterte en mi interior.

-Aún te amo- me dijiste.

Yo no pude contenerme y casi de forma inmediata abrí mis brazos, entonces tú te aferraste a mí, tu voz se quebraba -no quiero perderte-volviste a soltar.

Me sentía algo aturdido, creí por un momento que esto era juego de mi mente retorcida, producto de mis alucinaciones por la medicina, pero no, no era así, esto era la realidad. Así que tome tu rostro con ambas manos, te mire, tu seguías llorando, luego baje la mía a tus labios, los acaricie con la yema de mis dedos, estaban tibios, parecían brillar, se estaban empapando con tus lágrimas, quise consolarte pero pero luego me perdí en ellos, me perdí en ti. Volví a sentirme vivo.

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