Parte 1 Sin Título

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Seis meses después de la gran tragedia. Las consecuencias de aquel ataque aún estaban en mí y creo que en todos. Fue inhumano, una masacre y mis huesos parecen quebrarse solo al pensarlo. Emma fue una superviviente, ganó numerosos homenajes por haber sido fuerte, por haber aguantado el dolor al que fue sometida. Pero ella no estaba feliz, veía su mirada pasando por las personas, y siempre que volvía a casa, las lágrimas la embargaban. Estaba hundiéndose y en vez de empujarla y agarrarla, yo descendí junto con ella. No supe cómo afrontarlo al principio.

Mi madre no me ayudó nada. Un mes entero volviéndome loca. Llenándome la cabeza a causa de la danza. Por la mañana ensayaba y por la tarde iba a ver a Emma. Cora nunca apoyó eso, pero no me lo impidió. Y por otro lado, estaba la rubia, la mayoría de las veces echada en su cama o sentada, sin ganas de conversar. La presencia era suficiente. Pero aquello me dolía.

No estaba logrando llegar a ella, lo que había planeado en mi mente se escurría entre mis manos. Tenía ganas de llorar, de agarrarla por el cuello y decirle que todo saldría bien, de bailar para ella, porque eso me hacía sentirme viva. Pero no podía. Sus dedos se entrelazaban con los míos, rozando levemente, apretando, yo perdía el aire cada vez que los sentía, cálidos y delicados.

«Esto es una mierda, Regina. Deberías estar con tu madre» susurró soltando mi mano. Mi corazón se me subió a la boca, esa era una conversación que presentía que iba a ocurrir y siempre la rehuía.

«No digas eso, Emma. Me gusta estar contigo» sonreí, tocando su rostro

«¡Mírame! ¿Vas a pasarte la vida así? ¿Perdiendo horas de tu día con una persona que no tiene el valor para encarar la vida de nuevo? ¡Mereces más! Mucho más» su voz era firme, no había lágrimas en sus ojos, sus manos abandonaron las mías.

«Para con eso. No me hagas esto, no te hagas esto. ¡Te amo, te amo tanto que duele!» las lágrimas me ganaron. Siempre tenía ganas de llorar y me desahogué ahí «¡Son seis meses! Vengo todos los días, y no me quejo. Mi madre me saca de mis casillas todos los días y no me quejo. Me destroza ver que mi presencia no sirve ni para hacerte sonreír. ¡Lo estoy intentando Emma! Lo máximo que puedo, lo estoy intentando...» sollocé echándome a su lado en la cama, buscando aire, con las lágrimas quemando mis ojos.

«¿No lo ves? Te estás desgastando. ¡Yo soy un caso perdido, no consigo lidiar con esto, no consigo seguir adelante! Te miro y veo un futuro que no voy a tener, Regina. Te miro y veo que todo mi amor por ti te sofoca, ¡es egoísta! Todos los días estás aquí cuando podrías estar ensayando para una gran oportunidad, podrías estar conociendo a alguien capaz de caminar hacia ti. Siento que estoy rindiéndome día tras día, e intento agarrarme a ti, pero me caigo y te llevo conmigo al suelo. Eso no se hace, la antigua Emma nunca haría eso. ¿Te acuerdas de cómo era yo? Tal vez eso sea lo único que ha quedado, la humanidad. Escúchame...Eres hermosa, eres la mejor bailarina del mundo, puedes conquistar el mundo con tu baile» no se trabó, hablando de modo ensayado, como si llevara días repasándolo.

«¿Por qué estás haciendo esto conmigo?» me senté, incapaz de aguantar todas aquellas palabras. Intenté alcanzar sus manos, pero ella las retiró. El dolor fue abriéndose paso dentro de mí, invadiendo cada parte de mi ser «¿Por qué no aceptas que yo no estoy abandonando nada, que el único mundo que yo NECESITO conquistar eres tú?» susurré levantándome, había pasos de baile difíciles, que mi madre siempre me presionaba a hacer. Me sentía en uno de esos pasos, el más difícil de todos, el que nunca conseguiría hacer, con el que siempre me caería al suelo.

«¡No puedo aceptar que dejes de ser grande por mí! ¡Tú no lo aceptarías si estuvieras en mi lugar!» dijo ella, las lágrimas brotaron de manera desgarradora. Fue hacia ella y la abracé. Apretando «Por favor...»

Never let me goDonde viven las historias. Descúbrelo ahora