Capítulo 19: El reflejo de la verdad

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♦ ♦CAPÍTULO 19♦ ♦

EL REFLEJO DE LA VERDAD



El lápiz bailaba entre mis dedos, con movimientos bruscos y nerviosos. Mordisqueé la punta del utensilio. ¿Qué haría ahora? Miré los nombres de las personas uno a uno. Todos estaban escritos con tinta negra sobre el impoluto y blanco papel. La bonita y cursiva caligrafía se la debía a mi hermana, la cual me había entregado lo prometido antes de lo acordado. Todas aquellos nombres me observaban interrogantes desde su posición. "Consigue la lista" me había dicho Drell; "hazlo por el clan" me había pedido Caliss; "la guerra no es un juego" había opinado Veret.

Sabía que era por el bien de Seks, de Kvarts, del clan Lysstyrke y por el mío propio. ¿El problema? En mi conciencia quedarían sus nombres grabados, justo al lado de la imagen de sus lápidas en un oscuro cementerio. Me removí inquieta en la silla. ¿Era justo? Seguramente. ¿Me sentiría culpable? Por supuesto. ¿Lo haría? Qué remedio...

Me mordí el labio inferior. Mierda.

Salí de mi alcoba con la hoja entre mis manos temblorosas, y giré en el pasillo. Una sirvienta se encargaba de limpiar un antiguo jarrón verde oliva, regalo de los reyes de Smaragd tras haber firmado el acuerdo de paz. La muchacha se irguió al verme pasar, y me saludó con una sonrisa cansada. Le pregunté por el paradero del nuevo sirviente, pero ella no supo indicarme donde se encontraba Drell.

Bajé las escaleras en su busca, mirando intranquila hacia todos lados, como si de repente el chico fuera a aparecer de la nada. O peor aún, como si Seneth fuera a descubrirme con las manos en la masa. Me sentía egoísta, mentirosa, y sin duda, una traidora a ojos de Dagnýn. ¿Pero qué se suponía que debía hacer?Cada segundo que pasaba estaba más nerviosa. ¿Dónde demonios se había metido Drell? Pasé por la cocina con la intención de preguntar por él. Ante la respuesta negativa por parte de la vieja cocinera, acabé apropiándome de una galletita con pepitas de chocolate, que comencé a mordisquear impacientemente tras volver a proseguir con mi búsqueda, más por mantenerme ocupada que otra cosa.

Probé a entrar en la sala de estar, convencida de que Dagnýn se encontraría allí tejiendo como todas las tardes. Mi hermana era una persona muy chapada a la antigua, una auténtica lástima para mí, ya que yo era todo lo contrario... Aunque aquel día no me molesté en quejarme, quizás su presencia me vendría bien. Puede que sintiera remordimientos al no poder plantearle mis dudas respecto a aquel papel que me había dado y que sentenciaba los nombres escritos en este, pero al menos su presencia me tranquilizaría.

Ingresé como una tormenta al salón, pero lo que vi me hizo relajarme como el más sereno día soleado. Tal y como yo había previsto, Dagnýn tejía tranquilamente en uno de los sillones floreados, con expresión relajada y un atisbo de sonrisa dibujada en los labios. Sin embargo, no era la única que ocupaba la estancia. Al otro lado se encontraba mi querida tía, recostada entre cojines de diversas telas, con los pies en alto y el ceño fruncido.

Corrí a saludarla, muy alegre por su estado de salud. ¿Cómo se había podido recuperar tan temprano? Ella desvió la mirada hacia mí, y sonrió con dulzura.

—Lys, cariño, ¿dónde has estado metida todo el día? — me preguntó. Yo estaba loca de contenta, la noche anterior parecía que se nos iba y hoy estaba como una rosa. Sabía que por mucho que tratara de hablarla sobre ello, ella no añadiría ninguna palabra más que las que dijo el día anterior, así que ni me molesté en intentarlo—. ¿Y ese atuendo? Anda, cámbiate de vestido para la cena. Ese no me parece demasiado apropiado, recuerda que seguimos teniendo un invitado, además de que se trata de un príncipe... y...

Captura a la reina #WeareWorldDonde viven las historias. Descúbrelo ahora