"Capítulo 1"

998 20 7
                                    

Sonó mi alarma. La apagué con pesadez, tenía una resaca increíble. Ayer bebí demasiado, y eso que no soy de beber. Así que ya sabéis, nunca salir cuando mañana os toque ir al trabajo, instituto o cualquier otro sitio.

Me levanté y lo primero que hice fue tomarme una pastilla para el dolor de cabeza. Después, preparé mi desayuno: café, galletas y zumo de naranja. Me lo tomé todo lentamente y volví a mi habitación.

Cogí el conjunto que tenía ya preparado la noche anterior. Siempre lo hago. Caminé al baño y me di una ducha rápida. Cuando acabé, me miré al espejo. Mi pelo era castaño claro y las puntas estaba tintado de un rosa pastel. Tenía rapado el lateral izquierdo, como Demi Lovato, aunque ya no lo tenga así.

Mis ojos eran color miel y verdes y grandes, mi cara ovalada y con algunas pecas, mi nariz delgada y mis labios finos, pero no tanto.

La verdad es que mi cuerpo no era delgado, sino que tenía un poco de gordura, pero me daba igual aunque no cumpliera los cánones. Mi piel es morena tirando para pálida, aunque ahora estaba un poco más morena porque venía de vacaciones.

Me peiné me sequé el pelo con el secador, quedando hacia el lado derecho y después me lo ondulé con la plancha. Suspiré y me sequé mi cuerpo. Me puse el conjunto de ropa. Era una camisa blanca con un estampado de pájaros en negro. Después tenía un lazo negro alrededor del cuello de la camisa, que lo combiné con unos vaqueros rosas y de calzado me puse unos tacones negros.

 Después tenía un lazo negro alrededor del cuello de la camisa, que lo combiné con unos vaqueros rosas y de calzado me puse unos tacones negros

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Suspiré y me maquillé sin gran cosa: corrector, porque tenía unas ojeras muy notables; delineador y raya del ojos. Y ya está.

Sonó mi móvil en mi habitación y fui a cogerlo.

Hola —reconocí la voz de mi hermano.

—Dígamelo —sonreí.

Yo estoy muy bien hermanita. ¿Y tú, Laura?

Reí.

—¿Qué tal estás?

Bien.

—¿Para qué me llamas? Entro a trabajar en —miré mi reloj de muñeca, que me lo puse mientras hablaba. Eran las siete y media, y entraba a trabajar a las ocho—. Media hora.

Te quiero presentar a alguien.

—Vale —fruncí el ceño—. ¿Quién es?

¿Cuándo puedes quedar?

—Mañana por la tarde puedo.

¿A las ocho y media de la noche?

—Vale.

Te quiero, Laura.

—Y yo, hermano.

Colgó y me quedé extrañada ¿Quién me querrá presentar?

¿No quieres o no puedes?   ➡ Antoine Griezmann ⬅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora