Capítulo Diez

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Ayden

La cama se me ha hecho demasiado grande durante toda la noche y no he podido conciliar el sueño. Descansar ha sido un lujo que no he podido permitirme... no luego de lo que Austin me ha hecho. Me siento triste, doblemente traicionado y solo, muy solo. Culpo a mi mente por funcionar tanto, por no hacerme el maldito favor de dejarme en paz por un par de horas. No he dormido, pero eso no significa que esté despierto.

Son pasadas las siete cuando vuelvo a chequear por decimocuarta vez el reloj de mi móvil. Debo alistarme para ir al colegio, pero sólo consigo aterrizar en dos alternativas: la cómoda es que me encantaría quedarme acostado todo el día, y la verdadera es que Austin se ha llevado mi camioneta.

Contemplo con orgullo la frase que he pintado en la pared anoche cuando mi madre se marchó, justo dónde estaban mis posters. Ha quedado perfecta... Lástima que la persona a la que va dirigida no se la merezca. Qué iluso fui en creer que vendría a mis brazos, qué idiota me siento por haber desperdiciado mi tiempo.

Nuevamente un miedo abismal vuelve a instalarse en cada sitio de mi cuerpo. ¿Cómo se le dice a la persona de la que estás enamorado que es tu hermano? No puedo creer lo que me está sucediendo. No me lo merezco.

— ¿Ayden? —Habla con un tono suave.

Debería haber logrado callar las voces de mi cabeza y dormirme por primera vez en todo el día porque no escuché cuando entró, hasta que lo oí decir mi nombre.

La habitación sigue oscura y puedo notar su silueta al borde de la cama. Su figura está oscura, al igual que el resto de la habitación.

— ¿Qué hora es? —Murmuro apoyando mi peso en los codos.

— No tengo ni idea —balbucea—. ¿No tienes que ir a clases?

Luego de mencionar esas palabras, da unos pasos más, enciende el velador y se sienta en la cabecera de la cama. Toma cierta distancia, cómo si supiera que cualquier paso en falso estropearía la situación. Y la verdad es que así sería. No se la pondré fácil, no luego de todo lo que he escuchado anoche.

— Mierda, Austin —farfullo apretando los ojos.

Logra esbozar algo inaudible, pero no le presto mucha atención. Me limito a colocarme boca abajo, abrazo la almohada y espero a que apague la luz que tanto me está encandilando.

— ¿Eso lo has hecho tú? —Dice con la voz entrecortada.

— ¿Qué cosa, Austin? —Respondo de mala manera y en la misma posición, sin tener idea de lo que habla.

Estoy molesto, furioso. Solamente quiero que me dé una explicación lógica (si es que cabe algún tipo de lógica en lo que ha hecho).

— Eso.

Señala a la pared mientras me dedica una mirada cargada de confusión. Inmediatamente la frase que había pintado anoche me inunda el campo visual y me siento en la cama en una fracción de segundo sin saber cómo reaccionar. No debería haberla visto. No ahora. No con todo el enojo que tengo recorriéndome en las venas.

Al contrario y viceversa, en la buena y en la adversa, del derecho y al reves, tu primero y el mundo despues.

— Pues... si —contesto con un poco de vergüenza mientras me rasco detrás de la oreja—. La he pintado anoche, cuando te enojaste conmigo y te fuiste echando putas.

— Ayden —confiesa agarrándome de las manos con ojos llorosos—. No estoy enojado contigo, ¿cómo podría ser capaz de enojarme contigo?

¿Seguirá borracho todavía? En ese mismo momento sé que debería detener el contacto y largarle todo mi enojo, pero luego de escuchar esas palabras me olvido hasta de mi nombre.

Mi Casualidad Eres TúWhere stories live. Discover now