Capitulo XXVI

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No sabían por qué estaban nerviosos, habían hecho esto cientos de veces, sin embargo, está vez estaban más intranquilos.

La sala de espera del hospital vestía de azul y blanco, todo muy neutro y pulcro, pulcritud que estresaba en demasía a Guillermo. Iban a ver a su pequeña, ya en los seis meses de embarazo de Guillermo, donde su vientre iba siendo más y más difícil de disimular.

¿En cuanto al matrimonio? Nadie más que las familias de ambos sabían aún. No querían meter mucho hype en sus amigos, ya que entre YouTube  y en que en cuatro meses van a ser padres, se les iba a hacer un poco complicado organizar una boda. Iban a tener que dejarlo para bastante más adelante, tenían que ser realistas, iba a ser demasiado difícil.

- ¡Guillermo Díaz! - se escucho un grito de una enfermera, un grito que más que un grito había parecido el ladrido de un perro rabioso. Guillermo no entendía por qué la gente trabajaba si iba a atender a las personas así, mucho más aún en el ámbito de la salud.

Guillermo y Samuel se levantaron de las sillas plásticas azules, y caminaron hacia la puerta doble de donde los habían llamado, yendo con la enfermera rubia y con cara de muy pocos amigos.

- Doctora Fernández, block número cinco. - les escupió con poca gana, mascando un chicle que se podía saber que era de tutti frutti a cuatro kilómetros de distancia de lo rosa que era, además de que mascaba con la boca abierta, mirando indiferente una tablilla con los pacientes que siguen.

La pareja camino por otro pasillo revestido en blanco y en azul, tomados de las manos, hasta que llegaron a la habitación que tenía un número cinco inscripto en azul aún más oscuro. Tocaron la puerta con suavidad y tras unos segundos, está se abrió, revelando a la joven ginecóloga que llevaba atendiendo el embarazo de Guillermo.

- ¡Buenos dias! - saludó la joven evidentemente alegre, o al menos un poco más de lo que lo estaba la enfermera anterior.

- Hola. - saludó simple Samuel.

- ¿Cómo os trata esa pancita? - preguntó la castaña, apoyando su mano bastante pequeña en el vientre un poco más crecido de Guillermo. Este sonrió ante la calidez del gesto de su doctora.

- Bien... Aunque se mueve mucho por las noches y no deja dormir. - respondió el más joven con una sonrisa a pesar de todo. Si de por sí dormía poco antes del embarazo, ahora estaba durmiendo mucho menos porque a la bebé se le cantaba estar en sus horas activas por la madrugada.

- Es normal. Créeme, peor será una vez que nazca. - eso no consoló mucho a Guillermo, sin embargo, sonrió. Estaba dispuesto a soportar noches sin sueño y más por poder tener a su bebita en brazos y poder tocarla.

- Gracias por el consuelo, entonces. - dijo Guillermo sarcástico pero sin ánimos de ofender, todo lo contrario, más por el lado cómico de la situación.

La pareja tomó asiento frente al escritorio de la doctora y esta se sentó al otro lado. Las manos de los muchachos estaban entrelazadas sobre la mesa de imitación de madera blanca, cosa que hacia a Guillermo lucir orgulloso su anillo de compromiso. No le gustaba quitárselo, sentía como si lo fuera a perder. Se lo quitaba solo para hacer vídeos pero no faltaba aquel en el que se había olvidado de hacerlo y estaba haciendo un vídeo con cámara. Tenía mucha suerte de que nadie lo hubiera notado aún.

- Bien, sabéis cómo es esto, haremos algunas preguntas, y luego evaluaremos a esa niña preciosa. - realmente se notaba que la doctora Fernández amaba su trabajo, que realmente tenía mucha vocación. Guillermo se sentía muy tranquilo con ella atendiendo su embarazo, casi tan tranquilo como con el padre de la misma. Este por otro lado, le inspiraba más confianza aún si es que se podía.

Historia de Vida - Wigetta MPREGDonde viven las historias. Descúbrelo ahora