1. Hoy no

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No iba a aceptar aquello, como si fuera a quedarse de brazos cruzados con una situación así. Sabía, y muy bien, que un sitio como al que Lucius iría a tocar no era uno en donde él encajara, incluso sin que su ahora novio se lo dijera. Más que eso, prácticamente le había prohibido ir a verle tocar. Selene sabía que el elemental no lo hacía con intenciones de controlarlo, sino porque la gente de esos sitios no era la mejor para tratar. Por supuesto, hasta el de cabellos degrados se alejaría de sitios así, pero no aceptaba no poder ir a ver a su pareja tocar y cantar. Si Lucius estaba ahí para cuidarle, ¿cuál era el problema?

Tampoco había insistido demasiado con el asunto, ya que el azabache se había plantado firme con sus negativas y Selene sabía que era mejor no seguir presionando. Eso no significaba que se quedaría, como había prometido, en su habitación un sábado por la noche en donde la mayoría de universitarios salía, mucho menos cuando Lucius no estaba ahí para pasar tiempo con él.
Tomaría cartas en el asunto. Probablemente le causaría un pequeño disgusto al más alto, pero estaba dispuesto a tomar el riesgo. Desde que estaba con él, no podía negar que sentía deseos de probar cosas más intrépidas.

Sabiendo que no era una tarea que podría llevar a cabo, recurrió a dos de sus compañeras de trabajo, quienes ya sabían de la relación. No tenían al mesero en el mejor de los estigmas, pero tras escuchar a Selene hablar de él con tanto cariño, habían comenzado a sentir aprecio por su compañero de trabajo, pensando que alguien como Selene no estaría con alguien malo. Lucius se había ido horas antes para preparar todo, así que el moreno tuvo el tiempo justo para hacer arreglos necesarios con ayuda de ambas chicas quienes, para su grata sorpresa, estaban más que encantadad de contribuir para la causa. Casi a la hora del evento, se miró al espejo una vez más y tuvo que luchar por no morir de vergüenza.

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Veinte minutos más tarde, tanto él como ambas féminas cruzaban por la puerta del sitio. No tardó en atraer miradas. ¿Cómo no hacerlo? Su figura delgada pero con músculos algo firmes era completamente notable a través del cuero blanco que cubría su torso, con la forma de una camisa sin mangas que apenas cubría su ombligo, ceñida con tiras que se enredaban sobre una abertura con forma de una V muy pronunciada al frente de la prenda, combinado con pantalones que abrazaban su cadera y sus piernas en cuero negro, muy sencillos en realidad; todo para no robarle protagonismo a las botas llenas de pequeñas cadenas y hebillas, alzando a Selene varios centímetros gracias a la plataforma de estas. Adornándole, había también una liga blanca en su hombro derecho, además de una pulsera gruesa en su muñeca izquierda; en su cuello había una gargantilla ajustada. Sin duda su cuerpo ya era lo suficientemente despampanante; no obstante, su rostro era lo mejor del asunto. Su cabello degradado ya era de por sí estético, mas sus rasgos femeninos habían sido acentuados con solo una pizca de maquillaje, incluyendo una sombra y delineador discreto alrededor de sus ojos, además de que sus labios brillaban un poco a causa del gloss.

Selene era una oda a la androgeneidad.

Sus caderas se movían en ese peculiar vaivén de lado a lado conforme avanzaba por el sitio nocturno, mirando de vez en cuando de lado a lado para hacerse consciente de su alrededor. Su rostro parecía impasible pese a que nunca había hecho algo así, debía admitir que tener a sus compañeras a ambos lados le confería una fiereza y valentía increíble, siendo que vestían en un estilo similar, acorde al ambiente del club.

Las luces se apagaron por un instante y los reflectores se centraron en el escenario. Ahí lo vio. Todo su cuerpo se estremeció, no solo por ver a Lucius de esa forma, sino porque en cualquier momento podría avistarle, arruinar el plan por el que había trabajado. Afortunadamente, los reflectores eran las únicas luces, provocando que los que se presentaban casi no pudieran distinguir rostros en la audiencia, sumado a todo el bullicio y movimiento de aquí para allá.

La música comenzó. La pequeña multitud se movía acompasada, Selene se llevó una mano a sus labios y con el brazo libre se abrazó el abdomen. Ver a su novio presentarse le provocaba escalofríos placenteros. Toda la canción no pudo quitar sus ojos de encima de él, sonrojándose conforme pasaban los segundos. Fueron los aplausos los que lo sacaron de su trance, ese era su momento.

El trío esperó y se mantuvo fuera del alcance de la mirada de Lucius, mientras este salía al ambiente del club. Se mordió el labio mientras veía a chicas y chicos acercársele, pero sabía que no tenía razones para desconfiar y estar celoso. Apenas este se hubo sentado, no perdió su oportunidad. Las chicas se quedaron atrás y Selene avanzó con inusual seguridad, asegurándose de que Lucius no lo viera. Una de ellas mandó un mensaje al azabache, un simple "Adivina quien soy". Cuando Selene lo vio mirar la pantalla, cerró la distancia entre ambos y, apoyando totalmente su pecho contra la espalda contraria, le rodeó con los brazos para cubrirle los ojos. Su corazón latía como loco y no podía escuchar sus propios pensamientos debido a la música del lugar. Solo podía pensar en Lucius, en cuanto lo amaba, en lo que se había esforzado para sorprenderle, y en lo bien que se sentía en ese momento.

SeducciónWhere stories live. Discover now